Opinión
Díaz, el bloqueo y el cuento de Mas
Aludiendo a la cosa como ‘Deváter’, rendiríamos un homenaje a esos Morancos que nos presentaron en su show televisivo a una Susana avant la lettre con su entrañable Omaíta. Se plantaron, sí, los tres aspirantes principales frente a la presidenta para rivalizar en lugares comunes y sintaxis pedestre, un cuarteto interpretando a ocho manos un concierto de ordinarieces casi escatológico. Hace cuatro años, Díaz y Bonilla hubieron de escuchar cómo el profesor Maíllo, candidato entonces de Izquierda Unida hoy engullido por Podemos, les reprochaba su escasa urbanidad: “¡Qué mala educación tienen ustedes! Se nota que todo lo han aprendido en las organizaciones juveniles de sus partidos”.
Son unas elecciones, las andaluzas del 2D, que se afrontan con más certezas de las habituales, empezando por ésa que quedó confirmada en la retransmisión de dos horas con la que la radiotelevisión autonómica castigó al contribuyente: el político hodierno, en general, ha roto definitivamente en mediocre y corre gran riesgo de cristalizar en adoquín. Susana Díaz, en segundo lugar, vive la campaña con la certidumbre de que encabezará el recuento pero ello no le asegura renovar su presidencia porque las dos (o tres) formaciones que tendrá a su derecha tienen el anhelo remoto de alcanzar una mayoría alternativa, mientras que se yergue a su izquierda un posible aliado con el que se ha dispensado, en el último cuatrienio, trato mutuo de furibundo enemigo.
Así, la presidenta agitó como un espantajo una palabra que no asusta a nadie o que, más bien, sólo a ella asusta: bloqueo. ¿Qué ocurriría si el parlamento resultante del 2D no inviste a un ejecutivo hasta las municipales de mayo? Nada. ¿Qué pasaría si hubieran de repetirse las elecciones al final de la primavera? También nada. Algo bueno para sus huestes, ese medio millón de amigos que seguirían cobrando en funciones unas mensualidades más, y nada de nada distinto a la parálisis de la legislatura expirante, en la que la acción gubernamental ha sido escasísima con tendencia a cero.
La renuencia de toda la cámara a responsabilizarse de la continuidad de un régimen que se ha prolongado durante cuarenta años puede propiciar que Susana Díaz obtenga una victoria pírrica que la aboque a largos meses de tortura parlamentaria... de la que la despenaría el tiro de gracia de su renuncia, condición que a lo peor pone algún grupo para elegir a otro socialista. Es lo que hizo la CUP con Artur Mas, sin ir más lejos, y de ahí su rictus de pánico cada vez que pronuncia la (inocua) palabra “bloqueo”.
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