Opinión

Mucha Siria y poca Soria

Como algunas vueltas ya me toco darle al cuentakilómetros acompañando a presidentes del Gobierno fuera de nuestras fronteras, no seré yo el que minimice la importancia que ostenta nuestra política exterior, uno de los grandes marchamos de cualquier gobierno íntimamente ligados a los intereses de Estado. Tal vez por ello la agenda del jefe del Ejecutivo siempre se ha cuidado de manera especial cuando lo que toca es representar ante foros y homólogos foráneos los intereses del país. Dejando esto bien sentado, se hace harto difícil ignorar un poco disimulado histrionismo viajero y un «pasarse de frenada» en la agenda exterior de Pedro Sánchez desde su llegada a la Moncloa, no olvidemos que previo compromiso de afrontar un período de interinidad hasta convocar «cuanto antes» unas elecciones que aún esperamos. No pasará a la historia por demasiadas cosas, pero desde luego ya ha conseguido marcar la «muesca» de ser el presidente que más viajes ha realizado desde que España es España en tan solo seis meses.

Cabe preguntarse si en este medio año la imagen de España ha ganado peso en el exterior, si se ha dado algún giro significativo a la política de Estado por excelencia o si por el contrario lo que se deriva es, de un lado, un culto a la personalidad del presidente en el ámbito diplomático asumiendo incluso un rol que en según qué temas quedaría circunscrito al ministro de exteriores y, de otro, un más que probable desequilibrio en el reparto de papeles con la Corona, teniendo en cuenta que la agenda exterior real no está siendo activa.

A Sánchez en su primera etapa en la Moncloa y aún por demostrar si su estancia tendrá más recorrido o quedará en un efímero episodio de nuestra historia reciente, le está sucediendo paradójicamente lo que a sus antecesores cuando enfilaban el ocaso de su mandato, eso sí, con la diferencia de que éstos venían de gobernar unos cuantos años. Hablamos de ese síndrome de cierta alergia a pisar el terreno político doméstico, trufado con una evasión hacia la alta política exterior , aunque como acaba de ocurrir con el asunto Brexit/Gibraltar sí que surgen «papelones» inesperados hasta para los más consumados escapistas de los ásperos asuntos de la política nacional.

Durante su etapa de puros con G.W.Bush y acento tejano, el expresidente Aznar escuchaba el aviso de uno de sus más directos colaboradores: «Presidente, menos Siria y más Soria». Lo de ahora resulta más burdo. Abrir telediarios con una visita a Cuba 32 años después de que –por algo será– no lo hiciera otro presidente resulta más reconfortante que por ejemplo defender en el Parlamento unos presupuestos y seguro que más atractivo que partirse la cara en Bruselas con una negociación vital. Al final –paradojas de la política– la actividad diplomática en su vertiente agradable de los «Falcon» y paseos habaneros se le acabó tornado a Sánchez en duros deberes con el contencioso de Gibraltar, diplomacia de la de verdad. Puede que la lección esté aprendida. Veremos cuándo y sobre todo cómo acaba aterrizando Willy Fog.