Opinión
Abajo el telón
Con la fanfarria final y las gargantas secas, así se han quedado los candidatos a la Presidencia de la Junta después de la campaña. Cada uno ha tenido su momento y espacio para contar lo mal que se portan sus contrincantes con los andaluces y lo bien que lo pueden hacer ellos si les prestan su confianza. Bajado el telón, sólo queda esperar la voluntad de los votantes en una nueva cita electoral. Lo que pase esta noche una vez que se abran las urnas servirá de termómetro para comenzar a hacer las cábalas de las generales que ya se acercan. Pedro Sánchez cada vez se encuentra más acorralado en su huida hacia adelante para mantenerse en la presidencia del Gobierno. No le sale nada de lo que tenía previsto mientras sus adversarios se afilan los colmillos porque saben que el combate está cerca. Mañana, con la resaca electoral aún a cuestas, será el momento de ver en qué ha quedado el rosario de representaciones y promesas que cada uno de los candidatos ha lanzado de una punta a otra de Andalucía. Se olvidarán los porcentajes de las encuestas para comenzar a negociar con la verdad verdadera de los escaños y el escrutinio. Eso sí que es una papeleta, porque más de uno ya tiene el corazón en un puño y reza para que salga quien tiene que salir. Hay para todos los gustos, pero después de casi cuatro décadas de gobierno socialista existe una clara inquietud en aquellos que viven al amparo de unas siglas bajo el techo de la Administración andaluza. Sin embargo, ¿qué supondrá el cambio que toda la oposición pregona?
Reparto del pastel
Se acabaron las proclamas, los improperios y el prometer, de las multitudes se pasa a la reunión del despacho para negociar qué parte del pastel le toca a cada uno cuando se han cortado las velas y la tarta espera sobre la mesa. A por ellos. Nadie se ha percatado en estas elecciones tan abiertas, como han querido denominar los expertos, de que la herramienta del miedo ha sido la más utilizada por todos los partidos: a la pobreza, a la inmigración, a la corrupción, a la justicia, todos se han lanzado consignas con amenazas veladas pero que contenían en realidad mensajes que el votante interpreta como indicaciones directas sobre su libertad y su seguridad. Aquello del más vale malo conocido y del virgencita que me quede como estoy cala mucho en una población acostumbrada a un paternalismo político del que es casi imposible sustraerse. El candidato popular, Juanma Moreno, se ha lamentado en varias ocasiones de que es imposible competir con la maquinaria con la que cuenta Susana Díaz. Puede que sea verdad, pero también que el mismo monstruo se convierta en la tumba de un modelo de hacer política imposible de comprender fuera de las fronteras de la comunidad andaluza. Con las cifras socioeconómicas sobre la mesa, resulta alucinante una continuidad del modelo que además atiene en el banquillo de los acusados a los ex presidentes Chaves y Griñán.
Irrumpe Vox
Albert Rivera pedía el voto para Cs porque hacerlo era además luchar contra el nacionalismo catalán, pese a que durante tres años hayan sustentado el Gobierno de Susana Díaz sin despeinarse. Se le ha visto implicado, como Arrimadas, para darle aliento a Juan Marín, que hoy se puede convertir en la llave que permita, o no, el cambio en Andalucía. Han jurado que no volverán a pactar con el PSOE, pero con las generales y las municipales en puertas será difícil adoptar una postura que de verdad afecte a los andaluces de manera independiente de lo que después se negocie para llegar a la Moncloa o para tomar el bastón de mando en los ayuntamientos. En esta campaña doble, donde también han pateado los mítines Casado e Iglesias, ha irrumpido Vox como alternativa a los descontentos con los partidos de derecha con opciones de colarse en el Parlamento andaluz. Ha sido en los últimos días, pero la gente de Santiago Abascal ha tomado una fuerza hasta ahora desconocida polarizando todavía más las posturas sobre lo que debe ser nuestra sociedad. De nuevo el peligroso o conmigo o contra mí.
Mientras tanto, en el mundo real hace unos días que fallecía en Roma el director de cine Bernardo Bertolucci, una de las más altas cimas de esa generación que cambió la manera de entender el arte en los ya lejanos años setenta del siglo pasado. Además de la emotiva belleza de sus películas, del apabullante discurso de su obra, de la verdad con la que rodó, su testamento se apoya en la coherencia y la honestidad, dos espacios donde debe habitar la creación de cualquier ser humano. Si para algo sirve la muerte de un hombre, la del autor de «Novecento» puede serlo para recordar cómo en esa película los monstruos del comunismo y el fascismo se enfrentan con unos argumentos similares a muchos de los que hemos escuchado los últimos días en Andalucía. Causa estupor, pese a la bellísima fotografía de Vittorio Storaro, pensar que mucho de lo que allí se cuenta permanece aún en las pulsiones de la esfera política. Por muy antiguas que parezcan las consignas, no somos tan distintos de Olmo y Alfredo.
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