Opinión
Pero, ¿no era hacer política?
«Haga usted política en Cataluña», «mueva ficha», «acabe con su inmovilismo», «haga algo para tratar de desbloquear la situación», «dialogue...dialogue...dialogue». Tal vez demasiado tiempo estuvimos escuchando antes de la moción de censura que cambió el gobierno esa interpelación permanente al anterior Ejecutivo de Rajoy por parte de los socialistas con Pedro Sánchez a la cabeza. Las hemerotecas y fonotecas tienen material para mostrar y no parar. Daba la sensación de que el consenso de los partidos constitucionalistas ante el órdago del secesionismo catalán al Estado quedaba relegado día sí día también por la disputa partidaria y el intento por horadar la solidez de un gobierno débil y tan raquítico de apoyos que el mero hecho de sacar adelante una negociación de presupuestos ya pareció una gesta ciclópea.
Escuchábamos el mantra, no solo en las terminales políticas y mediáticas socialistas, sino en otros muchos ámbitos, de que con el Gobierno y el partido de Rajoy no resultaba posible entendimiento alguno. Al fin y al cabo se trataba de la formación que había cometido el «sacrilegio» de recurrir ante el Tribunal Constitucional el nuevo «estatut». Ya saben, ese que ZP cantó que saldría inmaculado del Parlament. Aquel recurso, decían, fue el origen de todos los males.
Pues bien, medio año después, ya no está Rajoy en la Moncloa, sino Sánchez previo pasillo de Podemos, PNV e independentistas y cabe preguntarse hoy qué se ha hecho y que no para justificar si aquel clamor –¡mueva usted ficha en Cataluña!– tenía auténtica razón de ser. A saber, Rajoy habilitó una delegación en Barcelona con la exvicepresidenta Sáenz de Santamaría como referente negociador, Sánchez llevará un Consejo de Ministros a la capital catalana y, tanto antes como ahora, todo intento de acercamiento y buena voluntad se acababa limitando a la inyección de más fondos del Estado para aliviar las cuentas de una Generalitat quebrada. A ambos gobiernos por supuesto se les ocultó el destino de algunos de esos fondos, empezando por unas embajadas ahora reabiertas y a pleno funcionamiento en la tarea de difamar a España. Siguiendo con las simetrías, hoy la vicepresidenta Calvo mantiene algo parecido a una interlocución con Pere Aragonés, número dos de Torra, antes era a Sáenz de Santamaría a quien presenciábamos cómplices arrumacos con Oriol Junqueras y ya conocen el resultado.
En lo sustancial y mal que pese al actual gobierno, diferencias hay pocas. Sánchez se reunía en Moncloa con un títere de Puigdemont y Rajoy dialogaba por teléfono con un imitador del fugado. Uno y otro saben ya lo que es el castigo en las urnas a cuenta de una política errática y acomplejada frente al separatismo. Ergo, visto lo visto, cabría preguntarle al actual presidente qué entendía hace tan solo unos meses por eso de llevar la iniciativa, mover ficha, descongelar relaciones con el secesionismo. Tal vez el descalabro andaluz le haya dado alguna pista acerca de lo que antes interpelaba y tal vez hoy no le agradaría tanto escuchar: «Haga usted política». Nada como un baño de realidad.
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