Opinión
¿Pactará Albert con los aliados del golpismo?
Manuel Valls fue un soplo de aire fresco y cosmopolita en la esclerotizada política catalana. Todo iba bien hasta que le empezaron a preguntar por los problemas del barrio tal y el distrito cual de Barcelona. Su ignorancia supina de una ciudad de la que debe conocer poco más que la Sagrada Familia lo ha dejado a los pies de los caballos y con cara de haber entrado en bucle: «¿Para qué me habré metido en este lío?». Esto es como si un servidor decidiera disputar a Bill de Blasio la Alcaldía de Nueva York, ciudad que conoce fantásticamente bien, pero no tan razonablemente como para gobernarla. Ni de lejos. Para ostentar el título de virrey de una urbe hay que vivirla, haberla pateado de norte a sur y de este a oeste y conocerte al vecindario. Las posibilidades de pegártela se multiplican exponencialmente si no cumples estas tres premisas. Tres cuartos de lo mismo sucede cuando llegas a un país parcialmente ajeno y te pones a dar lecciones políticas que tu partido aplicó de boquilla en el tuyo.
He de recordar a monsieur Valls que el Frente Nacional es un conejo que se sacó de la chistera su correligionario Mitterrand en los 80 para retardar la victoria de Chirac. No sin antes subrayarle algo que ya sabe, que Reagrupamiento Nacional, la nueva marca lepenista, es inequívocamente extrema derecha fascistoide; y explicarle algo que debería saber, que Vox es una formación liberalconservadora de libro. Dicho todo lo cual, que se centre en ganar Barcelona, que no estaría nada mal, en lugar de dar consejos que suenan a órdenes a PP y Ciudadanos. Con su oposición a que el centroderecha gobierne Andalucía, con la falsaria excusa de que no pueden pactar con quienes ya han avisado que no quieren «cargos ni cargas», está sembrando de pedrolos el camino de Rivera a una tierra prometida llamada Moncloa. Que también se aplique el cuento el baranda naranja. Sus coqueteos con un PSOE que ha robado en Andalucía como si no hubiera un mañana y ha empobrecido una región que debería ser la California de Europa no son el camino más indicado para convertirse en el epicentro del centroderecha. Y plantearse siquiera cerrar un acuerdo de gobierno con el PSOE de Pedro Sánchez, que se vendió a los golpistas para conquistar el poder, es un disparate. Un delito de lesa traición. Andalucía ha votado cambio. Démosle cambio.
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