Opinión

La paciente traición de Sánchez

Con perplejidad escuché ayer una de las primeras frases de Pedro Sánchez a Pablo Casado, exigiéndole «humildad, porque ni España ni Cataluña están hoy peor que cuando la Generalitat convocó las consultas ilegales del 9-N y el 1-O». Y sí, sí esta peor la cosa. Porque llueve sobre mojado. Porque la reapertura de embajadas, la inactividad de los Mossos d’Esquadra, el cierre constante del Parlamento local, ocurren ahora después del 155.

¿Cuánto nos costó aplicar esta medida de excepción? Era muy difícil llenar de contenido una disposición que no estaba desarrollada negro sobre blanco y que nadie había aplicado antes en España. Y fue tremendo también conseguir que los partidos, después de mil vacilaciones, reaccionaran a una. ¿Alguien se acuerda ahora de las numerosas reservas de Ciudadanos y del PSOE? Entre otras cosas, no se controlaron los medios de comunicación públicos (al servicio de la secesión) porque los socialistas no hubiesen apoyado al Partido Popular. Y ahí siguen, cada vez más salvajes, TV3 y Catalunya Radio.

A pesar de todo, el 155 fue eficaz. Se quedó corto, pero demostró que el Estado tiene mecanismos contra el golpismo y la ruptura del país y amedrentó a muchos. Prueba de ello es que ya no se atrevían a caer en la ilegalidad, por no entrar en la cárcel como sus colegas, o ver su peculio afectado.

Ha sido la paciente traición de este gobierno de Pedro Sánchez, adulando a los partidos independentistas, cortejándolos días tras día para lograr su apoyo, la que ha echado tierra sobre el 155. Ministros hablando de diálogo y concesiones, visitas de emisarios para pactar acuerdos en Lledoners con los encarcelados, promesas de cambios constitucionales federalistas. Poco a poco, gota a gota, se ha convencido a los rebeldes de que volvían a ser admirados, comprendidos, respaldados.

Ahora han vuelto a salirse del tiesto. Quim Torra pide abiertamente la escisión de España, a la yugoslava, y la emprende con los policías catalanes que se han atrevido a hacer cumplir la ley. Los CDR vuelven a la agresión salvaje y cortan las comunicaciones.

Naturalmente que estamos peor. Porque ahora se infringen normas que ya se habían protegido. Porque hay gente en prisión por los mismos delitos que ahora se están repitiendo en las calles. Porque esto es incumplir las leyes cuando ya te habían castigado por saltártelas. ¿Puede alguien imaginarse la sensación de desprotección del ciudadano atrapado en una carretera cortada, viendo a los macarras independentistas saltarse, no ya la ley, sino los límites que marcó el 155? Hay algo peor que perder una ciudad. Recuperarla con harto esfuerzo y permitir que la destruyan de nuevo los enemigos.