Opinión

21 D, de la manita

Ha llegado el día feroz. Desde luego, si uno quiere ir al Pirineo o a Gerona a celebrar las Navidades con los suyos, mañana no puede coger las carreteras catalanas. Los CDR las cortarán. En cambio, más allá de manifestaciones masivas y lazos amarillos gigantes y «performances» del estilo, no se esperan grandes desgracias –tipo asaltos a consejerías o desguazamiento de coches policiales–. Y es que Carles Puigdemont ha llamado a «una ola de civismo» que «desborde Cataluña». En el colmo de la inconstitucionalidad, la cúpula catalana de Interior se ha reunido con él esta semana en Waterloo para ultimar detalles. El expresidente ha expresado su deseo de una jornada pacífica después del encuentro con el conseller de Interior, Miquel Buch, y su número dos, Brauli Duart. Dice que «el mundo mirará atentamente» hacia Cataluña y que hay que comportarse. Que los mossos tienen orden de no enfrentarse a los CDR es cosa que se denuncia desde el cuerpo, pero no está previsto en principio que se pase a mayores.

¿Por qué esta suavidad, este trato delicado en quienes arrojan estiércol en dependencias judiciales, rompen la nariz a los policías o amedrentan a los funcionarios del Estado? Porque, por fin, Torra y Sánchez van de la manita. Ayer, el PdCat se avenía a la senda del déficit, preparando el camino para un posible acuerdo sobre los presupuestos. Por su parte, nuestro presidente ha aceptado las condiciones necesarias para reunirse con el de la Generalitat. El viernes jugarán a la minicumbre de «los dos estaditos», como ha dicho Juan Carlos Girauta, de Ciudadanos ¡Es tan evidente que persiguen lo mismo! A saber, una legislatura lo más larga posible, que impida el fantasma de un cambio de Gobierno y un giro al centro derecha. Y una vía para guiar desde el poder un indulto a los presos del procés.

Tan despejada está la entente que se han superado momentáneamente las distancias entre PdCat y Ezquerra. Como el cobarde de Puigdemont no prueba las durezas de la cárcel, Torra y él suelen chocar con Junqueras. El de Ezquerra es más posibilista y busca el acuerdo, mientras que el salvaje de la Generalitat y el prófugo dan aliento a los CDR y desafían la ley cuanto pueden. Pero, esta vez, van todos a una.

No habrá 155, por supuesto que no, y no creo que haya tampoco asunción de las competencias de Interior de Cataluña. Habrá un proceloso camino de aparente diálogo que busca sacar de prisión a los delincuentes y mantener a Pedro Sánchez hasta que las encuestas le den esperanza. Quien recuerda sus promesas al llegar al poder, ese compromiso de convocar elecciones rápido, se hace cruces.