Opinión
Sánchez va desnudo
El cuento del vestido nuevo del emperador fue relatado ayer otra vez en el palacio de Pedralbes de Barcelona. Al contrario que el protagonista de la fábula, nuestro presidente tiene pinta de dar bien en una portada de la añorada «Interviú», que pudiera ser la sorpresa final que nos depara el equipo Redondo. Los calzoncillos de Sánchez tienen más valor que los de Ronaldo. Ya en el despelote final sabremos de sus planes ocultos para mantenerse bien vestido en la Moncloa. Anoche, «a solas con Torra», como rotulaba RTVE, olvidándose al menos del cámara, para darle una intención íntima y rimbombante, contradictorio como el propio encuentro, sólo supimos que iban de traje. Más que de Rivera, que ni en paños menores intuimos lo que quiere. Un día pone cara de indignado, otro de estreñido, al siguiente parece un Cristo de Sevilla que espera la salida de la Esperanza de Susana para no encender el cirio de Vox que le quema en las manos como un brasero de cuerpo entero. Pero no se me despisten que estábamos con las intimidades del hombre que gobierna España como si fuera un niño pequeño al que los Reyes, no los constitucionales, que en esos no cree mucho, le han regalado un puzzle con las provincias y así construir un cadáver exquisito en la onda surrealista con la que se peina esta tierra. La minicumbre sirvió para mostrar las vergüenzas, de ahí lo del cuento. Pretende estar a la moda como sea. Ni la colección otoño-invierno de Andalucía le ha hecho ver más que de pasada lo que se lleva esta temporada. Y es que la vanguardia, tarde o temprano, se queda obsoleta. La respuesta, lo dicho, sólo puede estar en los calzoncillos.
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