Opinión

¿Quién saldrá antes? ¿Sánchez o Franco?

La prioridad de Pedro Sánchez al llegar a Moncloa no era el paro, las pensiones, el bienestar de sus conciudadanos o la lucha contra la corrupción. No. Su primer punto de gobierno era sacar a Franco del Valle de los Caídos. Destino, por cierto, que el general no eligió. Fue cosa de su sucesor a título de Rey: Don Juan Carlos. El presidente dijo primero que la momia del dictador abandonaría Cuelgamuros «antes de agosto». Luego, como quiera que se columpió, anticipó que el gran día llegaría «antes de fin de año». La momia de Franco era y es, como todo el mundo sabe, la principal preocupación de los 46 millones de españoles. Está bien retirarla de un recinto público si se hace lo propio con las calles y monumentos dedicados a multiasesinos como Carrillo, Companys, Pasionaria o Largo Caballero. Entre medias, la familia Franco les metió un gol por toda la escuadra que dejó al okupa monclovita con un palmo de narices: «Si exhuman a nuestro abuelo lo trasladaremos a la cripta que tenemos en la catedral de La Almudena». Consecuencia: Franco, del que nadie se acordaba, volvía a su lugar preferido, la Plaza de Oriente. Ésa en la que arengaba a un millón de personas venidas de toda España, normalmente el 1 de octubre, día de 1936 en el que fue proclamado jefe de Estado. Como diría aquél, Sánchez hizo un pan con unas tortas. El ridículo más espantoso. Era como para irse a Australia, hacer un agujero en la primera playa disponible y esconderte para que nadie te vea y te llame «¡tontoooo!». El cadáver del ferrolano estaba medio olvidado a una hora de Madrid y, como por arte de birlibirloque, pasaba al kilómetro cero. Donde antes iban 200.000 personas al año ahora lo visitarían 10 veces más como mínimo gracias al morbo creado por Sánchez. Moncloa, presa de un histerismo galopante, ha hecho de su capa un sayo y ahora pretende por sus reales bemoles privar a la familia del sátrapa de su legítimo derecho a depositar los restos de su abuelo donde les dé la realísima gana. Siete meses después, la momia continúa donde estaba, entre otras cosas, por esa maldición del faraón que aconseja no perturbar el descanso eterno de los muertos por si las moscas. Ahora la pregunta del millón es obvia: ¿quién saldrá antes? ¿Franco del Valle o Sánchez de Moncloa? Hagan apuestas.