Opinión

Una muñeca rota

El poder y solo el poder es lo único que les garantiza a los políticos la condición de carismáticos, de talentosos, de finos estilistas en la estrategia y hasta de hombres o mujeres con un sentido de Estado que casi no les cabe en la cabeza. Había un Aznar para algunos «charlotín» antes de llegar a La Moncloa y un «enfant terrible» cargado de personalidad política tras barrer posteriormente en segundas elecciones. Había un Rodríguez Zapatero al que no se escuchó ni toser en quince años de diputado raso y un posterior «ZP» al que se veneró como gran deidad de la «ceja» para pasar después a la lista de los «peligrosos más buscados» según enfilaba la puerta de la salida de presidencia y había –podrían citarse infinidad de casos– una «lideresa» socialista andaluza llamada Susana Díaz a la que no pocos contemplaron como la reencarnación en mujer de las esencias de aquel PSOE de Felipe González cargado de responsabilidad institucional con sentido de Estado y que tras los sucesivos descalabros, primero en primarias haciéndola retroceder a su cuartel de invierno de San Telmo y después en la cita con las urnas del «2-D», la ha convertido sencillamente en una muñeca rota entre las manos de la formación socialista.

Lo inmisericorde de la política se refleja en muchas de sus paradojas y Andalucía nos ha brindado una con toda suerte de luces y faralaes como no podía ser de otra manera. A Moreno Bonilla se le tenía preparada en su propio partido la alternativa de «susto o muerte» o más bien «muerte o muerte» y sin embargo ahora es la «prima donna» del nuevo PP de Casado como hemos visto este pasado fin de semana en la convención popular, mientras que a Susana Díaz ya empieza a saltarle por los aires todo el elenco de adeptos y estómagos agradecidos al albur del pasado entramado clientelista. Me apuntaba tras la toma de posesión de Moreno Bonilla un diputado socialista que es ahora cuando Díaz comenzará a toparse con esa crudeza de las miserias políticas que se refleja en menos saludos por los pasillos y en los cambios de acera para no coincidir con la ex presidenta por parte de muchos de los, en otro tiempo más irreductibles leales. Ese será un síntoma más del asalto desde la dirección federal a la secretaría general del PSOE andaluz y la candidatura a los próximos comicios autonómicos en esta comunidad. El poder permite saltarse muchas normas internas y hasta ganar partidos con eso que se llama alineación indebida, pero ahora el cuento es otro. Pedro Sánchez ya consiguió el treinta por ciento del voto militante de este feudo antes susanista en las pasadas primarias y elevar ahora dicho porcentaje hasta una clara mayoría resulta tan factible –en Moncloa y Ferraz bien que lo saben– como el hecho de que, a efectos de elaboración de próximas listas de candidatos, las ejecutivas regionales proponen pero es la federal la que dispone. Sánchez se juega mucho –tal vez el todo por el todo– en un puñado de meses y el «granero» andaluz es determinante, ergo, la consigna frente a Susana ya está dada: ¡Procedan!