Opinión
Los agujeros negros de Soraya y Mariano
Más allá de la impecable conducción del Cristiano Ronaldo del Derecho Penal, Manuel Marchena, el juicio del 1-O se está desarrollando mediáticamente en medio de una gigantesca paradoja. La que supone contemplar a los golpistas dando mítines cual inocentes testigos y a los testigos desempeñando el tan metafórico como involuntario rol de imputados. El mundo al revés. Lo habitual en esta España en la que los malos son los buenos, los malos los buenos, lo normal lo anormal y lo anormal lo normal. Leyendo la mayor parte de los periódicos y observando casi todas las televisiones cualquiera pensaría el miércoles que el golpe de Estado lo perpetraron al alimón Rajoy, Sáenz de Santamaría y Montoro. La ensalada de bofetadas que se llevaron de la opinión publicada fue de ésas que eran el pan nuestro de cada día de 2012 a 2018. Si un marciano hubiera aterrizado ese mismo día en un OVNI llegaría a una inequívoca conclusión: estos tres son la reencarnación posmoderna de Franco y los que se sientan en el banquillo Mandela, Rosa Parks y Luther King redivivos. Más allá de las obviedades de un país sumido en el pensamiento único, hay que resaltar las preguntas que nadie formuló al uno, a la otra y al de más allá. Porque que el 1-O fue técnicamente un golpe de Estado no lo discute ya nadie que no sea un sectario de tomo y lomo. Un servidor echó en falta más bravura en Vox en general, en el brillante Ortega Smith en particular y en los brillantísimos fiscales. Especialmente, en el interrogatorio a la que era la auténtica jefa de Gobierno. El primer agujero negro es obvio: Rajoy juró y perjuró la noche anterior en la boda del hijo de Margallo que no habría urnas ni, por consiguiente, referéndum ilegal. ¿Por qué tenía tan mala información el presidente? ¿Acaso le engañó el CNI? ¿Tal vez fue Soraya quien le indujo al error? ¿O es que alguien dio orden de dejar hacer a los tejeritos del Elefante Blanco Puigdemont? Y sigue pendiente de aclarar un enigma más propio de Expediente X que de un Estado serio: cómo se le pudo escapar Puigdemont a unos servicios de inteligencia que cuentan con la misma tecnología que la CIA o el MI6. ¿O es que se le invitó a poner pies en polvorosa para evitar «más problemas»? El toro se les escapó vivo. Demasiado vivo.
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