Opinión
Comienza la vendimia tributaria
Este pasado 15 de marzo, la Agencia Tributaria dio el primer paso en la campaña de la Renta 2018: los españoles ya pueden acceder a sus datos fiscales correspondientes al ejercicio fiscal pasado para presentar sus declaraciones de ingresos dentro del periodo comprendido entre el próximo 2 de abril y el ulterior 1 de julio. En tres meses, pues, los ciudadanos tendrán que pasar por las horcas caudinas del Fisco para que éste les arrebate gran parte de las rentas que generaron –ya sea como trabajadores, accionistas, profesionales autónomos, arrendadores, prestamistas, etc.– a lo largo del año pasado.
El mordisco no es menor: en el año 2017, el IRPF recaudó dentro de las autonomías de régimen común (todas salvo País Vasco y Navarra) 77.038 millones de euros frente a los 72.614 millones que cosechó en 2007, ejercicio previo al estallido de la crisis. Nótese, sin embargo, que el mercado laboral español (excluyendo País Vasco y Navarra) disponía, a finales de 2007, de unos 19,4 millones de trabajadores frente a los 17,8 millones al cierre de 2017. O dicho con otras palabras, en 2017 hubo 1,6 millones de trabajadores menos que en 2007 y, sin embargo, éstos generaron para Hacienda unos ingresos superiores a los de 2007 (recordemos que los trabajadores y profesionales autónomos son el principal grupo de contribuyentes dentro del IRPF).
De hecho, basta con calcular la tributación media por trabajador para comprobarlo: en 2007, la recaudación media de IRPF por trabajador ascendía a 3.743 euros, mientras que en 2017 totalizaba 4.327 euros; un incremento del 15,5% que supera claramente la inflación media acumulada durante ese mismo período (13%). Durante la última década, por consiguiente, los diversos gobiernos que han ido desfilando a lo largo de la crisis no se han esforzado lo más mínimo en aliviar la carga tributaria que padecen los españoles. Al contrario, no han tenido ningún remilgo en incrementarla sustancialmente junto con el rejonazo derivado de otros tributos (por ejemplo, el IVA).
Los habrá que, tras consultar sus datos fiscales y completar su autodeclaración, acaso piensen estar exentos de la mordida tributaria del IRPF, siempre que el resultado de la autodeclaración les salga «a devolver». En tales casos, convendría recordar que la declaración del IRPF sólo constituye el trámite de la liquidación final de este tributo: cada trabajador y autónomo ya ha ido abonándole al Fisco mes a mes, o trimestre a trimestre, las correspondientes retenciones con cargo a la deuda impositiva que previsiblemente habrá devengado al finalizar el ejercicio fiscal. Una autodeclaración a devolver sólo indica que el monto de tales retenciones a lo largo del año ha sido superior al impuesto que finalmente ha de abonar el contribuyente (motivo por el cual se reintegra la diferencia), pero no significa que ese contribuyente no soporte el mazazo del IRPF.
De hecho, el tipo impositivo medio de aquellos contribuyentes que ingresan entre 12.000 y 21.000 euros asciende al 10% de sus rentas, frente al 16% que abonan los tramos entre 21.000 y 30.000 euros o el 22% que pagan las rentas entre 30.000 y 60.000 euros. Es decir, un trabajador con un salario bruto de 15.000 euros anuales pierde, de media, unos 1.500 euros en concepto de IRPF; otro ciudadano con un sueldo bruto de 25.000, abonará 4.000 euros; y otro con un salario de 45.000 euros, verá minorados sus ingresos en 10.000 euros. Con independencia de que la declaración les salga o no les salga a devolver, tal será el sablazo que efectivamente sufrirán.
Un sablazo que, como decíamos anteriormente, no ha menguado sino que se ha exacerbado con la crisis pese a las mayores dificultades financieras que experimentan todos los habitantes de España. Recordémoslo durante las próximas semanas de vendimia tributaria.
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