Opinión

Un déficit descontrolado

Aunque aún no poseemos los datos definitivos del déficit público de 2018, todos los expertos coinciden en que éste se habrá ubicado cerca del 2,8% del PIB, es decir, algo más de medio punto por encima de nuestro compromiso con Bruselas. El incumplimiento resulta especialmente grave porque, además, nuestro objetivo de desequilibrio presupuestario para 2019 es del 1,3% del PIB, a saber, 1,5 puntos de PIB –unos 17.000 millones de euros– menos de lo que registramos a cierre de 2018. Pero las malas noticias no terminan aquí: pese a que los despilfarradores presupuestos de Sánchez para 2019 fueron tumbados antes siquiera de iniciar su tramitación parlamentaria, el Gobierno socialista sí ha sido capaz de impulsar varios decretos-ley dirigidos a disparar el gasto público este ejercicio (la revalorización de las pensiones o del salario de los empleados públicos). O dicho de otro modo, integre quien integre el próximo Ejecutivo, se topará con un enorme agujero que le obligará a efectuar nuevos e importantes ajustes. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, fue entrevistada en La Sexta Noche y, tras preguntársele al respecto, reconoció que el desequilibrio financiero existe y que habrá que meterlo en vereda los próximos meses: pero se escabulló a la hora de ofrecer más detalles sobre cómo piensa hacerlo. Así, por muchas promesas económicas que nos lancen en campaña los distintos partidos, seamos conscientes de que todas ellas deberán filtrarse ulteriormente por el objetivo de estabilidad presupuestaria, esto es, por la necesidad de nuevos ajustes: puede que el PSOE esté prometiendo fuertes incrementos del gasto público, pero un futurible Ejecutivo de Sánchez sería rehén de un déficit descontrolado, por lo que antes de aprobar nuevos aumentos de los desembolsos estatales debería equilibrar el agujero actual; asimismo, puede que el PP esté prometiendo una revolución fiscal que aligere la carga tributaria, pero un futurible Ejecutivo de Casado sería rehén del déficit descontrolado por el PSOE y, antes de rebajar impuestos, debería equilibrar el agujero presupuestario actual. Gane quien gane las elecciones tendrá que hacer frente a la hipoteca legada por Sánchez: ni el PSOE podrá subir tanto los gastos como promete ni el PP podrá bajar tanto los impuestos como desea. Ahora bien, que ambas formaciones se vayan a ver forzadas a incumplir sus programas por la pésima gestión hacendística de Sánchez no significa que vayan a ser igual de dañinas para nuestra economía: si atendemos a su ideología de fondo y a las declaraciones más recientes de sus candidatos, el PSOE concentrará la mayor parte del venidero ajuste fiscal en brutales subidas impositivas que inevitablemente recaerán sobre el conjunto de la población; en cambio, el PP parece dispuesto a concentrar la mayor parte de ese venidero ajuste en recortes o congelaciones del gasto público. Habida cuenta del desbarajuste que estamos padeciendo, encomendarle su corrección a un Ejecutivo de PSOE-Podemos sería dar carta blanca a un mega-expolio tributario desacomplejado.