Opinión

Tirón de orejas a Sánchez

La economía española se frena pero, de momento, lo hace menos que la del resto de Europa. A cierre de 2018, nuestra economía se expandió un 2,4%, frente al 0,9% de Francia, al 0,6% de Alemania o al 0,1% de Italia. Pese al frenazo, nuestro diferencial de crecimiento con el conjunto de la eurozona se ha expandido durante los últimos meses: si a finales de 2017 sólo crecíamos 4 décimas más que el resto de países que utilizan el euro, a finales de 2018 lo hicimos un punto porcentual entero. Asimismo, parece que nuestra actividad productiva sigue resistiendo la desaceleración mejor que el resto del continente. No en vano, nuestro PIB se habría expandido, de acuerdo con el Banco de España, otro 2,4% durante los primeros tres meses de este ejercicio, de manera que estaríamos manteniendo la inercia del último trimestre del año anterior. Parecería que no existen grandes motivos para la preocupación, pero eso no es exactamente lo que se desprende del análisis del Banco de España. Si uno lee con mayor detenimiento, resulta bastante más preocupante de lo que los datos agregados indican. Primero, la economía española aguanta el tipo porque el consumo público y privado están tirando del carro: las administraciones públicas continúan endeudándose para cebar de manera artificial nuestro nivel de actividad y las familias están reduciendo su nivel de ahorro interno para sufragar una expansión del consumo. No están ayudando ni el sector exterior ni, sobre todo, la inversión privada: y esto último resulta muy grave puesto que la inversión es la magnitud que siembra las bases para nuestro crecimiento económico. Tan es así que el Banco de España pronostica que iremos viviendo una progresiva ralentización de nuestras tasas de aumento del PIB: desde el 2,5% de 2018 al 2,2% de 2019, el 1,9% de 2020 y el 1,7% de 2021. Sin inversión privada empujando, iremos languideciendo. Segundo, y muy relacionado con lo anterior, si nuestro crecimiento se detiene, entonces los riesgos sobre la sostenibilidad financiera de nuestra deuda pública se acrecientan; es en este capítulo donde el Banco de España ha vuelto a tirar de las orejas al Ejecutivo, recordándole que el elevado déficit público «supone un elemento de vulnerabilidad de la economía, en el contexto descrito de incertidumbre global», motivo por el cual reclama «retomar el proceso de consolidación presupuestaria». No podemos mantener una deuda pública cercana al 100% del PIB con un déficit presupuestario que engorda con cada ocurrencia electoralista de Sánchez. El próximo Gobierno se enfrentará al muy difícil reto de reanimar la inversión empresarial y cuadrar las cuentas para acabar de una vez con el déficit. Sánchez, hasta ahora, está haciendo justo lo contrario.