
Opinión
La insoportable levedad de Pablo Iglesias
Se puede ser más malo que Pablo Iglesias pero no más desagradecido. El secretario general de un Podemos en caída libre volvió de ese postureo que es su baja de paternidad arremetiendo contra todo bicho viviente. Culpando de todos sus males a unos medios que abrumadoramente le han tratado durante años a cuerpo de rey. Poniendo a parir a «self made men» como Florentino o un Amancio Ortega al que hace no tanto llamaba «terrorista». Personajes que en EEUU se estudiarían en las universidades como ejemplo a imitar y aquí son tratados por el pensamiento único poco menos que como apestados. Y, cómo no, tildando de «periodista de cloaca» a un servidor, calumniándole y sugiriendo su despido de La Sexta Noche. El machista marido de Irena Montera echó mano de su vis más ultra, la verdadera por cierto, en un intento de resurrección en el que está más solo que la una.
Menos el explotador laboral argentino Echenique, se le han ido todos los que eran. Desde el tan brillante como antaño fiel Errejón, al que relegó para aupar a la Portavocía del Congreso a su última novia, hasta Bustinduy, pasando por Carmena o ese EspiBlack que debe matar las penas pegándose la vida padre a cuenta de los réditos del pelotazo de su vivienda protegida. El problema de Pablemos se llama credibilidad. Una credibilidad que es como la virginidad, cuando la pierdes, ya no la puedes recuperar. Su cruzada contra «los poderosos» ya no cuela. El casoplón de Galapagar ha destrozado su imagen en general y su mensaje «antiestablishment» en particular.
Y no me vale esa machista leyenda de que la culpa de su culto a la opulencia es de su mujer. A él siempre le gustó la pasta más que a un tonto un lápiz. ¿O es que decía «no quiero» a las riadas de millones que les llegaban de la teocracia iraní o de la dictadura venezolana, incluidos esos 272.000 dólares del paraíso fiscal de Granadinas? ¿Cómo va a dar lecciones de austeridad o lucha contra los que «manejan España en la sombra» un sujeto que vive en un casoplón de un kilazo, 275 metros cuadrados, casi 2.000 de parcela, casa de invitados y piscinaco modelo Acapulco? La mansión de Galapagar fue el principio del fin de un tipo que nunca pudo llegar más alto mientras España caía tan bajo. Es el fin de una anormalidad histórica. Dios existe.
✕
Accede a tu cuenta para comentar