Opinión
Mi asesinato civil
La campañita que me han montado esta semana a cuenta del ex comisario Villarejo es calcadita a la igualmente falsaria que urdieron hace casi dos años por el caso Lezo contra dos prohombres de esta casa. El fin del pensamiento único es el mismo que por aquel entonces: fulminar a los que pensamos que otra España es posible, a los que defendemos la España liberal, a los que consideramos que el centroderecha es la mejor opción para gobernar este país, a los que defendemos a cara de perro la unidad de la segunda nación más antigua de Europa. Es la historia de siempre: si pudieran, nos matarían físicamente pero, como quiera que el Estado de Derecho subsiste, optan por el asesinato civil. La difamación y la calumnia hasta sus últimas consecuencias. No sale gratis poner negro sobre blanco las golferías de Pablo Iglesias, contar que pagaba en negro a los trabajadores de su TV financiada por la teocracia iraní que lapida a mujeres y ahorca homosexuales, demostrar que percibió 272.000 dólares chavistas en el paraíso fiscal de Granadinas, que les dieron pasta venezolana para aburrir durante la génesis y la creación de Podemos o destapar en primicia su casoplón. Su manada de periodistas tira a matar con la ayuda de un Roures que es el mascarón de proa del 1-O. No hace falta haber pasado por Harvard ni gozar del coeficiente intelectual de Einstein para colegir que Podemos y los golpistas son clones que se han puesto la misma meta: destruir nuestra nación y el pacto constitucional. Es la única manera que tienen los unos de consumar la secesión y los otros de imponer sus totalitarias ideas bolivarianas. Sus patrañas cantan precisamente por eso. Ahora me atribuyen todos los males del averno por haber publicado el célebre chat interno de Podemos en el que un Iglesias que se autocalifica sistemáticamente de «feminista» advierte que le gustaría «azotar a Mariló Montero hasta que sangrase». ¡¡¡En esto consiste el espionaje de la Policía de Fernández Díaz al caudillo podemita!!! Juajuajua. En un intercambio de mensajes a cual más infantiloide y no por ello menos locoides y reveladores. Todos ellos olvidan quién tenía la tarjeta del teléfono supuestamente pinchado del que salió todo: el número 2 de Comunicación de Pedro Sánchez. O sea, que reclamaciones, a La Moncloa, querido Pablo. El linchamiento de tus dóbermans mediáticos es un inigualable estímulo para seguir desentrañando tus vergüenzas. No pasaréis.
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