Opinión

Otra sanguijuela

Un día el presidente del Gobierno fue un vampiro que decidió tirar de colmillo hasta que no le quedaron más cuellos libres. Le fueron buscando como al conde Drácula para clavarle la estaca en el corazón, pero entre la niebla del paisaje político, nadie le encontró al apuntar el alba para consumar la profecía. Van Helsing no apareció, o lo secuestró Iván Redondo. Hoy es él mismo el que se viste con los ropajes de las novias del chupasangre. Eran tres, pero Sánchez es lo suficientemente grande para hacerse un tres en uno. Esos socios de sanguijuela aprovechan su ambición para dejarlo seco aunque el conde de Moncloa crea que está ungido con la humedad de la victoria.

Otegi, por ejemplo, no necesita de leyendas campesinas y libros románticos para aparecerse como la encarnación del mal. Sólo gusta a los que no son votantes del PSOE ni de la derecha por lo que en Ferraz sienten a la vez el trono de hierro y la tumba del cementerio de animales de Stephen King al mismo tiempo. El cielo y el infierno del que solo se vuelve transformado en monstruo. La preocupación socialista es mayúscula. Piensan que no se debe hacer ostentación de lo evidente porque la foto con el terror sería una diana. Ayer mismo, los que están dispuestos a gobernar con los socialistas, compararon en el parlamento vasco a los representantes policiales con nazis y franquistas.

Ellos, que han alentado tantas décadas de muerte y sufrimiento, acusan de terrorismo a la otra parte. Es otra vertiente de la memoria histórica. Habrá que ir a votar con una ristra de ajos por los santos inocentes. Cuando se ha perdido el juicio solo nos queda la superstición. Es duro asumir que entre tanta floritura moderna, vamos hacia la Edad Media.