Opinión

La incertidumbre lastra el crecimiento

¿Cuánto crecerá España en 2019? Las estimaciones son variadas, pero todas coinciden en que nos expandiremos menos que en 2018 después de que nos expandiéramos menos que en 2017. El último en revisar sus expectativas a la baja ha sido el BBVA: a su juicio, en 2019 creceremos un 2,2%, por debajo del 2,4% que la propia entidad había anticipado hace tres meses. Es decir, el problema no es sólo que crezcamos menos, sino que las expectativas son –al menos para este banco– cada vez peores. ¿Y por qué lo son? De momento, el crecimiento de la economía española está pivotando sobre dos factores: el aumento del consumo (vinculado al proceso de creación de empleo y al desahorro de las familias) y la expansión del gasto público (derivado del proceso electoral y de nuestro sistemático incumplimiento del déficit). Ahora bien, los otros dos motores tradicionales de nuestro crecimiento económico –la inversión empresarial y las exportaciones– se hallan gripados. Que las exportaciones se frenen entra dentro de lo previsible, debido a la ralentización internacional. Más significativa debería ser la parálisis de la inversión, tanto por sus implicaciones cuanto por sus causas. Que se congele implica que nuestro crecimiento económico futuro será menor, dado que nuestra prosperidad venidera depende críticamente de las inversiones que hoy efectúen los empresarios preparando ese porvenir. Además, las razones por las que la inversión empresarial se está congelando deberían movernos profundamente a la reflexión. De acuerdo con el BBVA, está paralizada por la incertidumbre política: aumento súbito del salario mínimo, anticipación del gasto público antes de las elecciones y bandazos regulatorios en materia de alquiler o en la industria del automóvil. Es decir, como Sánchez y su Gobierno están imponiendo a las empresas unos mayores costes (subida del SMI o restricciones de los alquileres) o está amenazando con imponérselos (prohibición del motor de combustión o reducción del gasto público), los inversores congelan sus planes de negocio hasta que se clarifique la coyuntura. Según el BBVA, la incertidumbre política podría estar costándonos ya casi dos décimas de crecimiento, con el consiguiente impacto negativo sobre la creación de empleo. España se está frenando por el contexto de desaceleración global, pero también por la incertidumbre regulatoria y las malas decisiones políticas de los últimos meses. En este sentido, será clave lo que pase tras las próximas elecciones. Si los nuevos gobiernos entienden que debemos descargar de regulaciones –y de impuestos– a las empresas españolas, éstas podrían retomar el ciclo inversor y potenciar nuestro crecimiento; si profundizan en la asfixia regulatoria, en la arbitrariedad legislativa y en la sangría fiscal, entonces no remontaremos el vuelo inversor y proseguiremos con nuestra actual senda de desaceleración hacia el estancamiento.