Opinión
La derecha no tiene derecho a existir
La Segunda República comenzó siendo la primera democracia española y degeneró en una suerte de dictadura socialcomunista de facto que perseguía a la derecha, al clero y a todo aquello que oliera a tradición secular. La Revolución de 1934 fue el primer ejemplo de lo que podía ocurrir. El segundo epígrafe vino con el robo de las elecciones de febrero de 1936 que, tal y como prueban Álvarez-Tardío y Villa, ganó la derecha por 700.000 votos pese a que las actas otorgaron la victoria al Frente Popular. Y el tercer macabro hito de esta cacería al disidente lo representa el asesinato de José Calvo-Sotelo horas después de que Pasionaria hubiera pronunciado en sede parlamentaria una amenaza que, visto lo visto, no era fanfarronería: «Es la última vez que este hombre habla aquí». El golpe del 18 de julio fue la confirmación de que la Guerra Civil iba a ser, como sostiene Payne, una contienda «de malos contra malos». No estamos ni de lejos en el 36, en el 35, ni tampoco en el 34, los años más tétricos de nuestra historia reciente. Eso sí: algunos acontecimientos invitan a pensar que la izquierda se comporta psicológicamente como si continuásemos en esos tiempos en los que la derecha no tenía derecho a existir. Los ataques a actos protagonizados por PP, Vox o Ciudadanos se han convertido en el santo y seña de esta carrera electoral, tal vez la más trascendente desde 1982. Las agresiones a Álvarez de Toledo y Bou en la Autónoma de Barcelona son la prueba del algodón de cuanto suscribo. La virulencia y el odio fue tal que, si no llegan a ir escoltados, hubieran abandonado el campus rumbo al hospital más próximo. Ciudadanos sabe de qué hablamos porque los puñetazos, las patadas, las amenazas y el acoso forman triste parte de su rutina diaria. Los últimos a los que se les niega el derecho a existir son las gentes de Vox. Salen a apaleamiento o escrache por acto. El modus operandi habitual de la izquierda cada vez que no gobierna o intuye que pierde el poder: lo vivimos en las municipales de 2003 y en las generales de 2004 y 2011. Eso sí: los medios relativizan o ningunean este fascismo de baja intensidad. Pero cuidado porque estas armas las carga el diablo. No quiero pensar la que se montará el día que, Dios no lo quiera, haya un muerto.
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