Opinión

Sánchez se fue como llegó: con rictus de perdedor

Primer error del todavía presidente Sánchez: fue el único que, cual señorito andaluz, esperó a que le abrieran la puerta del coche. Llegó con rictus avinagrado y se fue histérico. Básicamente porque sus encuestas ponen ya en entredicho su permanencia en Moncloa, incluso con la ayuda de sus socios chavistas, comunistas, golpistas y proetarras. Y porque Casado y Rivera le metieron una manita de las que hacen época.

Especialmente, el líder de Cs que salió en tromba, soberbio, metiendo zascas sin parar a un Pedro Sánchez al que, al contrario que al gran Indurain, se le nota cuando sufre. Su cara era la de un perdedor, la de un tipo acorralado por dos contrincantes intelectualmente más brillantes que él, la de un mediocre orador frente a dos émulos dialécticamente hablando del mejor Felipe González y el más seductor Adolfo Suárez, ése del «puedo prometer y prometo». En realidad, fue un dos contra uno, por incomparecencia física del vetado Abascal y espiritual de un Pablo Iglesias que es lo que parece, un boxeador sonado.

Los zascas de Rivera fueron épicos: su «baje del Falcon, señor Sánchez» y su «lleva escrita en la frente la palabra indulto» dejaron KO al presidente en el minuto 1 al más puro estilo Mike Tyson. La lección de macro y microeconomía que impartió el jefe del PP al robadoctorados fue magistral. Para colmo, la cámara le pilló abroncando a su subordinado Xabier Fortes. Por no hablar del ridículo que supone ponerse a leer un folio en un debate coral del siglo XXI. Tampoco le favoreció ese rostro avejentado que últimamente luce. Llegó, vio y perdió. Seguro que cuando llegó a casa, le espetó a Begoña: «¡Para qué coño habré aceptado el debate!».