Opinión
Dos modelos económicos frente al 28-A
La economía española se ha ralentizado durante los últimos trimestres pero no de un modo crítico. Los últimos datos que conocimos sobre la EPA, correspondientes al primer trimestre de 2019, seguían mostrando un mercado laboral con un notable dinamismo a la hora de crear empleo; asimismo, el indicador adelantado del PIB elaborado por la AIReF apunta a que la economía podría haberse expandido un 0,7% durante los primeros tres meses del año, esto es, alrededor de un 2,8% en términos anualizados.
A la luz de estas cifras, parecería que las políticas de izquierdas, ejecutadas por el PSOE desde su llegada al Gobierno, no han infligido un gran daño a nuestra economía y, siendo así, resultaría escasamente relevante para nuestra capacidad de generación de riqueza cuáles de las opciones electorales en liza son las que triunfan tras el 28 de abril: con la «derecha» la economía crecía y con la «izquierda» también sigue creciendo.
Ahora bien, démonos cuenta de que, pese a haber ocupado el Gobierno durante los últimos trimestres, el PSOE no ha sido capaz de impulsar prácticamente ninguna de sus propuestas económicas: su debilidad parlamentaria le han impedido adoptar medidas típicamente izquierdistas como subir los impuestos o derogar la reforma laboral. Al final, y si lo analizamos fríamente, el PSOE sólo ha sido capaz de aumentar el salario mínimo interprofesional (algo nocivo pero con un alcance limitado) y de aumentar gasto público a costa de engordar el déficit (algo potencialmente peligroso si perdemos la confianza de los mercados pero poco relevante hasta entonces).
O dicho de otro modo, la izquierda todavía no ha gobernado económicamente en España desde que accedió al poder el pasado mes de junio (tan es así que su anteproyecto de presupuestos fue tumbado en el Congreso y, como consecuencia, se vio forzada a convocar elecciones). De ahí que no debamos desdeñar la amenaza que ciertamente supondría un programa económico de izquierdas plenamente aplicable merced a una mayoría parlamentaria suficiente.
Los ejes de este programa económico son esencialmente dos: subida masiva de impuestos (para financiar incrementos del gasto público) y agresiva regulación de la inmensa mayoría de mercados (entre ellos, laboral, inmobiliario y energético). Tanto por un lado como por el otro, un gobierno plenipotenciario de izquierdas supondría un brutal incremento de los costes –fiscales y regulatorios– que experimenta el tejido empresarial español: es decir, supondría una notable merma en la capacidad de nuestras compañías para generar riqueza, competir en los mercados internacionales y crear empleo. Que hasta ahora no hayamos presenciado con toda su virulencia estos efectos no significa que no vayan a producirse en caso de que, como decíamos, la izquierda consiga una mayoría parlamentaria suficiente y, a su vez, decida aplicar la totalidad de sus propuestas económicas.
Frente a la izquierda de PSOE y Podemos nos encontramos con lo que suele calificarse como la «triderecha» que, en realidad, sólo son partidos que no pretenden avanzar a marchas aceleradas hacia un Estado todavía mayor y más intrusivo que el actual. Ciudadanos, PP y Vox aspiran a mantener el tamaño y las competencias del sector público en su estado actual o, incluso, a reducirlas marginalmente: menos impuestos, menos gasto público y menos regulaciones o, al menos, no más de todo ello.
Esos son los dos modelos económicos por los que tendrán que apostar quienes no se abstengan este 28 de abril: o más intervencionismo estatal que podría torcer el rumbo de nuestra economía; o el mismo –o incluso algo menos– intervencionismo estatal que permitiría mantener las positivas inercias actuales.
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