Opinión
¿Derogará el PSOE la reforma laboral?
La izquierda patria lleva siete años denunciando a la reforma laboral como si constituyera un fracaso en términos de creación de empleo. Según nos han expuesto insistentemente, el único efecto que de verdad ha generado semejante normativa ha sido el de precarizar las relaciones laborales. A saber, multiplicar la temporalidad y repartir las horas de trabajo entre un mayor número de obreros. De ahí que, desde un comienzo, PSOE y Podemos hayan prometido derogarla ipso facto una vez alcanzaran el poder. Extrañamente, claro, desde junio de 2018 la reforma laboral del PP sigue en pie a pesar de que es el PSOE quien ocupa La Moncloa: según los socialistas, porque no reunían apoyos parlamentarios suficientes como para enterrarla.
Mas, a tenor del resultado de las últimas elecciones generales, en las que la izquierda (incluyendo a la izquierda nacionalista) sí cuenta con mayoría en la Cámara Baja, las tornas deberían empezar a cambiar y, en consecuencia, deberíamos asistir a movimientos políticos conducentes a cargarse la reforma. Acaso por ello, los sindicatos insistieron este pasado 1 de Mayo en que su derogación era urgente: esto es, redoblaron su presión sobre las formaciones de izquierdas para que modifiquen el marco laboral que legó el PP. Sin embargo, y aunque la amenaza de derogación desde luego sigue siendo real, hay cada vez más dudas razonables de que el PSOE vaya a atreverse a abrogarla. Esto es, cada vez hay más sospechas de que toda la estrategia de los socialistas contra la reforma laboral popular únicamente ha sido un paripé electoralista más de la izquierda.
No en vano, el PSOE ha virado recientemente su discurso oficial: ahora ya no se trata de encarecer el coste del despido o reforzar la negociación colectiva (los dos ejes de la reforma del PP), sino de aprobar un nuevo Estatuto de los Trabajadores que supere enteramente nuestra actual regulación del mercado de trabajo.
Por supuesto, semejante declaración de intenciones es del todo compatible con la derogación de la ley popular y con el regreso al desastroso statu quo laboral anterior, pero también lo es con un gigantesco ejercicio de enmascaramiento donde todo sea modificado para, en el fondo, que todo permanezca tal cual está.
¿Y por qué cabe pensar que quizá el PSOE ya no quiera cargarse la reforma laboral del PP? Pues porque tenemos claros indicios que sugieren que, por fin, los socialistas han entendido que ésta funciona y que, por tanto, es positiva para España. No ya porque la creación de empleo durante los meses de Gobierno de Pedro Sánchez haya mantenido un buen ritmo a pesar de la desaceleración internacional, sino porque, según ha confesado el propio Ejecutivo socialista a Bruselas en el Plan de Estabilidad 2019-2022, la reforma laboral ha contribuido a reducir la tasa de paro estructural de España. Así, en este documento que hemos conocido esta misma semana, podemos leer de puño y letra de los socialistas que «la recuperación [de los ingresos salariales] se explica, en gran medida, por la reducción de la tasa de paro estructural que se sitúa (...) en niveles inferiores a los de 2007». Es decir, que el PSOE reconoce que la reforma laboral ha sido capaz de reducir la tasa de paro a largo plazo de nuestra economía por debajo de sus niveles previos a la crisis.
Desgraciadamente, el cainismo propio de la acción política les impedirá reconocer que, cuando cargaron sin cesar contra la reforma laboral del PP, o bien se equivocaron o bien nos mintieron. Y así, la mayor parte de la población española habrá quedado envenenada contra una legislación que, en verdad, ha sido clave en nuestra recuperación y en nuestro bienestar.
20.000 millones en nuevos impuestos
El Plan de Estabilidad enviado por el Ejecutivo socialista a Bruselas no sólo contiene sorpresas relativas a los efectos que el propio PSOE atribuye a la reforma laboral, sino en materia de ingresos públicos. De acuerdo con el Gobierno, en el año 2022 el déficit público habrá desaparecido y regresaremos al equilibrio presupuestario. Para ello, eso sí, habrá que aumentar la presión fiscal desde el actual 38,9% al 40,7% del PIB. Parte de este incremento –un 0,46% del PIB– vendrá derivado de las subidas impositivas que ya han anunciado los socialistas, pero en tal caso sigue habiendo alrededor de 1,35 puntos de PIB de mayor recaudación esperada –el equivalente a 20.000 millones de euros en el año 2022– que no queda claro de dónde procederán. Lo más probable: del bolsillo de todos los ciudadanos.
Austeridad portuguesa
Tras el absoluto fiasco de las políticas anti-austeridad llevadas a cabo por Syriza en Grecia durante sus primeros meses de su mandato, la izquierda española encontró rápidamente un nuevo referente alternativo a las propugnadas de la Troika: Portugal. Según se nos dijo, la coalición de izquierdas lusa había demostrado que una economía podía crecer y generar empleo sin necesidad de aprobar recortes del gasto que enderezaran la sostenibilidad financiera del país. Pues bien, esta semana hemos conocido que el Gobierno de izquierdas portugués ha amenazado con dimitir si el Parlamento termina aprobando la compensación a los profesores de la escuela pública por los últimos nueve años de recortes a sus salarios: tan poco le debe de gustar la austeridad que cuando se la trata de revertir amenaza con cesar de inmediato.
El paro sigue cayendo en EEUU
La tasa de paro estadounidense se ha reducido hasta el 3,9%, su nivel más bajo en 49 años. Además, el proceso de reducción del desempleo no se está produciendo por una caída de la población activa (del número de ciudadanos que desea trabajar) sino a pesar de que su aumento. Es decir, la economía estadounidense está creando ocupación a ritmos vertiginosos (263.000 durante el pasado mes de abril) lo cual vendría a constatar su fortaleza. Con todo, deberíamos ser cautos: una economía que se expanda con demasiada rapidez puede ser síntoma en ocasiones de sobrecalentamiento y de exuberancia irracional. Durante los próximos trimestres podremos constatar si estamos ante un crecimiento sólido y sostenible o si, por el contrario, es meramente el antecedente de una necesaria corrección.
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