Opinión
¿Nadie habla del bofetón de Iglesias?
Resulta perogrullesco concluir que uno de los dos grandes fracasados el 28-A fue Pablo Casado. Igual de obvio es colegir que hubo otro cabeza de cartel que se pegó un bofetón cuyo eco resuena ocho días después. Me refiero a un Pablo Iglesias que pasó de 71 escaños a 42. Es decir, 29 menos. El jefe del PP se dejó en el camino el 50% de su representación parlamentaria y el caudillo de Podemos casi el 40%, que tampoco está nada mal. Es lógico que todas las miradas se hayan puesto en el palentino, que retendrá la poltrona si saca adelante la segunda vuelta en que se ha convertido ese tres en uno que serán las autonómicas, municipales y europeas del último domingo de mayo. De lo contrario, será un bonito cadáver al más puro estilo James Dean que no cumplirá un año de vida al frente del partido que tiene su sede en el número de la mala suerte de la calle Génova. La debacle del PP no es tanto responsabilidad de Casado como del voto con el corazón a Vox.
El Titanic podemita no es huérfano pero sólo tiene un padre: Iglesias. La culpa es de sus purgas estalinistas para colocar a su novia de número 2 de facto del partido y del grupo parlamentario, de la consiguiente huida de los errejones y demás fundadores, de su defensa a ultranza del narcoasesino Maduro y de su idiota estrategia de centrar la campaña en un supuesto enemigo común llamado Eduardo Inda. Ese cóctel de nepotismo, extremismo salvaje, amistades peligrosas y fobias patológicas le han conducido directito a la UVI, llevándose por delante un proyecto que se anotó más de 5 millones de votos en 2016 y ahora se ha de conformar con 3,7 millones si contamos los 600.000 de la marca indepe En Comú-Podem. Con todo, lo más llamativo es una vez más la barra libre de la que goza el coletudo.
Todos los medios, y medias que diría Irena Montera, llevan cebándose una semana en Casado, en el supuesto acabose del PP (cuidadín porque el PP es mucho PP, al igual que el PSOE era y es mucho PSOE), pero nadie osa decir ni mu de este otro gatillazo. Lo cual permite a Iglesias continuar fuera de la realidad en su búnker-casoplón mientras prosigue el hundimiento y culpa a gritos a su guardia de corps de su nula baraka.
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