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Opinión

El PP y su enésimo viaje al centro

El PP ha

iniciado ya, culminada su debacle electoral, su enésimo viaje al centro. Un

viaje que muchos advertimos en el arranque de la precampaña electoral como

imprescindible, si los populares querían consolidarse como el gran partido de

centro derecha de este país pero que fue desdeñado por el capitán de la nave.

Casado, empeñado en atender más a una formación de nuevo cuño cuyo éxito

electoral se ha circunscrito a 24 escaños que a sus auténticos contrincantes,

se ha dado cuenta de que las miradas al retrovisor nunca fueron buenas

consejeras en política.

Por

el momento, quien ha pagado el pato de los errores de una estrategia que ha

reducido la clientela electoral del PP a la mitad ha sido, paradójicamente, uno

de los elementos políticos menos ‘escorados’ de la cúpula

que salió del último cónclave

popular en julio: Javier Maroto.

Como director de campaña,

parecía el inevitable cortafuegos del líder. Y puede no ser el único. Observo

con perplejidad que muchos barones territoriales exigen también la cabeza del número

dos, el bueno de Teodoro García Egea, por sus modos, según dicen, autoritarios,

a la hora de seleccionar a los cabezas de lista de las distintas

circunscripciones provinciales. ¡Cómo si el PP -al igual que el resto de las

grandes formaciones- hubieran sido un modelo de democracia interna y de

consenso en estos terrenos!

Unos

barones que ahora tratan de ‘hacer la pelota’ al líder, cuando fueron varios de

ellos quienes miedosos ante el empuje de Vox en los sondeos y en mítines que

desbordaban pequeños polideportivos y plazas de pueblo, exigían un mensaje más

contundente que recuperara ‘las esencias’ de tiempos prehistóricos y se huyera

del último y descafeinado PP, según decían algunos en privado, capitaneado por

Sáenz de Santamaría y Rajoy.

Lo

cierto es que, de poco vale, llorar sobre la leche derramada de un error que ha

hecho que el PP se haya dejado dos millones seiscientos mil votos por su

derecha y otro millón y medio por el flanco liberal de Ciudadanos. 

El

votante es el aliado… ¡no el enemigo!

Está bien que el PP reconozca que el

volantazo a la derecha fue un suicidio. Pero no estoy tan convencido de que

hayan entendido otro tipo de errores de igual calado, como el de seguir

demonizando a los votantes de Vox y de Ciudadanos. Escuché con atención, el

pasado fin de semana, al todavía presidente Nacional, Pablo Casado, y al

influyente presidente de la Xunta de Galicia -y omnipresente en todas las

quinielas como hipotético futuro nuevo gran líder, Alberto Núñez Feijóo- insistir en la ya célebre división del voto como origen de todos los males; ¡No señores!

Los electores votan lo que les da la gana, y su deber como políticos es el de

ofrecer proyectos ilusionantes que les diferencien de otras opciones. Que Vox

fragmentara el voto no resta ni un ápice de responsabilidad a Pablo Casado y a

su equipo por un planteamiento que, claramente, ha sido un error garrafal.

Me

resulta extraño, a la luz de todo esto, que se pidan cuentas a Maroto y tal vez

a Egea y no se haga lo mismo con Fernández-Lasquetty, Benjumea… o el mismísimo Aznar, que interfirió -con todo el

aparato de FAES- hasta límites asfixiantes en la campaña diseñada por el actual equipo directivo de Génova, con el visto

bueno del propio Casado.

¿Y

si…?... ¿Y si…?

Renuncio

en este punto a comentar, por absurdas y algo simples, las virtuales

composiciones matemáticas de cómo hubiera

quedado conformado el Congreso de los Diputados si el PP y Vox… ¡en unión de Ciudadanos! hubieran concurrido en una única candidatura. Algún tuitero ingenioso tenía respuesta para semejante ‘boutade’ en la noche del propio domingo 28: ‘Si el Real Madrid

uniera sus puntos a los del Getafe, sería también campeón de Liga’.

Seamos serios, por favor. Ni uno solo de los dos millones seiscientos mil españoles

que eligieron la papeleta del partido de Santiago Abascal lo hicieron por

casualidad. Lo hicieron porque NO querían votar al partido de Pablo Casado. Y

de nada valió a este último clonar su discurso y sus promesas a las propuestas

populistas y en muchos casos ‘ultras’ de

los cachorros de Bannon y Salvini. El electorado de derechas, o ‘muy de

derechas’, prefirió el original y no la copia. Las ucronías, en política al

igual que en la vida, conducen a la melancolía y no dejar de ser, disculpen la

expresión, una auténtica chorrada.

Viaje

exprés’ al centro

Especialmente ridícula,

por todo lo que acabo de explicar, resulta la forma en que se ha explicado -por

atropellada y confusa- la ‘vertiginosa’ vuelta al centro, en apenas 48 horas,

de quien todavía el viernes anterior al domingo electoral iba ofreciendo

carteras ministeriales a quienes ahora son ‘la ultraderecha’. 

Al

centro tendrán que volver, es evidente… pero no empujen, para no provocar más compasión de la que muchos sienten ya. Háganlo, señores de Génova, con cabeza política, estrategia medida… y de una forma lo más digna posible. ¡No parezcan

pollos sin cabeza!

Convendría a los de Génova seguir las enseñanzas

ignacianas y no acometer demasiadas mudanzas en tiempos de cambio -o de

convulsión política, que tanto da- y tratar de salvar los muebles ante una

nueva y decisiva convocatoria para renovar el 26 de mayo la mayor parte del

poder local y autonómico, además de la lista europea. Solo hay dos opciones

para los de Génova; salir por la puerta grande o ingresar en la enfermería.

Especialmente ‘tiernas’ -no sé que

otro calificativo emplear para no ser cruel- me han resultado las declaraciones

de Isabel Díaz-Ayuso, aspirante a presidir la Comunidad de Madrid asegurando a

los dos días de la debacle que ‘ya percibía un gran regreso de votantes de Vox

al PP’… ¿con cuántos habrá hablado? Por cierto; ¿cuándo dejarán los

partidos de considerar a los electores como de ‘su propiedad’?

Lo duro comienza ahora...

Sí; lo difícil comienza tras la nueva cita electoral del 26-M. Sea cual sea el resultado, el PP deberá asumir desde el 27 de mayo en adelante que afronta una gran travesía del desierto; como las muchas que ha afrontado también el PSOE en su larga historia. Pero debe hacerlo con humildad, de cara sobre todo a los ciudadanos, y con orden interno. Es indispensable, si quiere sobrevivir como partido, eludir las guerras cainitas, casi inevitables cuando el poder se aleja, y redefinir con mucha claridad ‘qué quiere ser de mayor’. Pero insisto; personalismos los justos, cabeza fría, mucha mesura, táctica y estrategia… y sin una prisa que conduzca a nuevos desastres, si no ya electorales, sí internos. No sea que alguno de los actuales representantes de la izquierda les repita aquella frase tan celebrada en los 90 del sin par Alfonso Guerra, que bramaba en sus mítines: ‘Se han pasado la vida volviendo al centro... ¡¡¡pero de dónde venían!!!