Opinión

Uber ha empoderado al conductor

Uber, la compañía que ha revolucionado el sector del alquiler de vehículos con conductor, ha salido a bolsa con una valoración provisional superior a los 80.000 millones de dólares. Se trata de la operación financiera más importante para una tecnológica estadounidense desde que Facebook debutó en Wall Street allá por 2012. Los hay que se consideran incapaces de entender qué ha aportado Uber a nuestras vidas; incluso algunos la acusan de que su modelo de negocio apenas consiste en haber penetrado ilegalmente dentro del sector del taxi. Pero no. La clave del éxito de Uber es haber resuelto un problema fundamental en esta industria el de la información asimétrica. ¿Qué es la información asimétrica? Pues que, en determinadas transacciones, una parte cuenta con mejor información acerca del servicio ofertado que la otra parte, y eso provoca una desconfianza estructural que puede llevar a que la prestación de ese servicio se vea frustrada. Por ejemplo, si alguien se ofrece a llevarnos a nuestro destino a cambio de abonarle un determinado precio, ¿cómo podemos saber de antemano que ese conductor no es un delincuente en potencia o, simplemente, un estafador que nos transportará por la ruta más larga para cobrarnos una tarifa mayor? Antes de Uber, la única forma de solventar este problema de información asimétrica era a través de un sistema de licencias estatales (licencias de taxi): el sector público acreditaba que un determinado conjunto de conductores eran confiables y, a cambio, les imponía un conjunto de tarifas regladas. El problema de este sistema es que degeneraba fácilmente en un mercado anticompetitivo: los taxistas presionaban continuamente para impedir la concesión de nuevas licencias y para que las tarifas aumentaran por encima de las que deberían prevalecer en un mercado competitivo. ¿Qué ha conseguido Uber? Que miles de usuarios distintos podamos evaluar descentralizadamente a los diferentes conductores que se ofrecen a llevarnos a transportarnos. De este modo desaparece la información asimétrica entre conductor y pasajero, por lo que deja de ser necesario establecer un sistema de licencias estatales que restrinja quiénes pueden realizar esta actividad. Uber, por tanto, ha «empoderado» al conductor particular, al menos en aquellos países donde la legislación no lo ha excluido del mercado. Ése ha sido el caso de EE UU, pero no el de España.