Opinión

La Comunidad de Madrid se la juega en las autonómicas

Madrid es una de las regiones con los impuestos más bajos de España y, no por casualidad, la región más rica de todas. Su renta per cápita a finales de 2018 ascendía a 34.916 euros, un 2,4% más que el País Vasco, un 13,4% más que Cataluña y un 82,5% más que Andalucía. No siempre fue así. En 1980, la renta per cápita de Madrid era un 1,5% inferior a la de Cataluña y un 8,7% inferior a la del País Vasco. Evidentemente, atribuir este cambio estructural tan sólo a la fiscalidad sería simplificar demasiado (la relativamente mayor libertad económica, el efecto capitalidad o los favorables flujos migratorio son otras variables muy relevantes para explicar su capacidad de crecimiento) pero también lo sería negar que se trata de una de las causas básicas para entender esta muy positiva evolución.

Y es que, en la Comunidad de Madrid, el Impuesto de Patrimonio ha sido erradicado, el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones se halla bonificado al 99% para los grupos I, II y III (descendientes, ascendientes y colaterales de hasta tercer grado), los diferentes gravámenes del IRPF han sido rebajados con respecto a sus tipos nacionales y, finalmente, el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales es uno de los más reducidos de España (6%). Si los impuestos no son incluso menores a los anteriores es, en esencia, porque la Comunidad de Madrid sale enormemente perjudicada dentro de nuestro sistema de financiación autonómico, de tal manera que ha de entregar gran parte de la recaudación de los contribuyentes madrileños al resto de ejecutivos regionales.

La baja tributación patrimonial de Madrid ha permitido atraer y retener los capitales dentro de la región, lo que se ha traducido en mayor inversión y, por tanto, en mayor productividad de sus trabajadores. A su vez, la menor fiscalidad sobre las rentas salariales también ha potenciado la atracción de inmigrantes cualificados que no han dudado en instalarse en esta autonomía gracias al menor grado de confiscación que en otros puntos de la geografía española. Más y mejor capital combinado con más y mejor trabajo ha significado más crecimiento económico y mayor prosperidad para todos.

Comicios decisivos

En apenas dos semanas, la Comunidad de Madrid celebrará sus elecciones autonómicas en las que, según el CIS, los partidos de izquierdas podrían alcanzar la mayoría de la Asamblea Regional. De hecho, no se trata sólo del riesgo de que el nuevo Ejecutivo pivote sobre una izquierda socialdemócrata al estilo del PSOE, sino sobre una izquierda radical y extremista como la representada por Podemos y Más Madrid. De suceder, es evidente que –tal como han manifestado todas las mentadas formaciones de izquierdas– el modelo fiscal de Madrid experimentaría un vuelco absoluto: restablecimiento del Impuesto sobre el Patrimonio, fin de la bonificación del Impuesto sobre Sucesiones, incremento de los tipos marginales del IRPF y aumento del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales. Ahorrar, adquirir propiedades, heredar u obtener ingresos dentro de esta comunidad se volvería mucho más costoso a cambio de acrecentar la burocracia madrileña y, en última instancia, el control que esos políticos de izquierdas ejercen sobre el conjunto de la sociedad.

El próximo 26 de mayo los madrileños se arriesgan a sufrir un cambio muy sustancial en el modelo económico que ha cimentado las bases de su bienestar durante las últimas dos décadas. La izquierda tiene muy claro qué es lo que pretende hacer desde el Gobierno autonómico. Esperemos que los ciudadanos también lo tengan igual de claro al votar.