Opinión

Pablo, qué mala es la Khaleesi

Circula por la red una foto de Pablo Iglesias, el líder de Podemos, luciendo una camiseta negra con un lema, de pronto, inquietante. Dice así: "Yo no soy una princesa, soy una Khaleesi", la misma, al parecer, que acaba de destruir una ciudad populosa, abarrotada de refugiados civiles, muchos de ellos niños, cabalgando sobre un dragón volador que escupe fuego. Escenas terribles, de una crueldad banal, por repetida en las ediciones de los telediarios, y si no que se lo pregunten a los sirios, que aconsejaría a un político en ejercicio alejar su imagen de tamaña furia, no vaya a ser que a alguien se le ocurra hacer una transposición entre el dragón asesino y el BOE, por citar dos armas que pueden ser de destrucción masiva en manos de una Khaleesi cualquiera. Se argüirá que se trata de simple ficción y que los guionistas han querido dar, en la tradición de los escritores de folletines, un giro dramático a la historia. Y, sin duda, es cierto. Pero el cuestionamiento es previo, de cuando Pablo Iglesias, eximio politólogo, consideraba que Juego de Tronos era un compendio de la acción política, a la altura del Príncipe de Maquiavelo, y no un refrito de todas las leyendas, mitos y cabronadas varias que en el mundo ha habido, que es lo que viene siendo un folletín. Con un problema añadido. Que por más que se empeñen las feministas en que se trata de una nueva muestra de la maldad heteropatriarcal, a la Khaleesi no hay quien la salve. Uno puede bombardear una ciudad llena de refugiados, aunque ya no tenga el menor valor militar y con el enemigo derrotado, caso de la alemana Dresde en la Segunda Guerra Mundial, y no padecer demasiado en la fama y el buen nombre. Pero eso hay que hacerlo desde un despacho, no montado en el avión y soltando bombas con cara de "me los voy a cargar a todos". De eso, no hay manera de salir indemne. Ni siquiera en la ficción.