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Opinión

Límite violado

Casi todos los apellidos vascos tienen un significado pegado a la tierra, al paisaje y a la vida. Eguiguren, por poner un ejemplo de actualidad rabiosa, se traduce por el «Límite de la ladera». En otros compendios su traducción cambia y llega a ser traducido como el «Sitio Santo». Hay mucho barullo al respecto. En el Mendizábal, mi apellido Ussía se traduce como «Campo de gramas», mientras que el presbítero durangués Pablo Pedro de Astarloa, autor de la «Apología de la Lengua Bascongada» (sic) editada en Madrid por Gerónimo Ortega en 1803, afirma que Ussía, apellido alavés, quiere decir «La orilla del agua», originando en mi ánimo una notable confusión y melancolía, por cuanto no especifica si se trata de la orilla del agua de un río, de la orilla del agua de un lago, o de la orilla de la playa de Ondarreta. Consecuencias de las lenguas ágrafas, mantenidas en vigor por la palabra hablada y no escrita durante siglos. Cuando los vascongados cultos y viajeros tuvieron en su mano la utilidad de un idioma moderno e infinitamente más rico en vocabulario como es el español –o el castellano según Covarrubias–, adoptaron esta lengua latina como su idioma y se dejaron de mandangas, hasta que al fin, en el siglo XX, se estableció el «batúa», que hoy es la lengua oficial de la Autonomía vasca. Un «batúa» exageradamente españolizado para facilitar la comprensión del lenguaje en las tres provincias vascas y el territorio vascongado de Navarra, Pamplona hacia el norte.

Nos quedamos, pues, en que Eguiguren significa «Límite de la ladera» y no «Sitio o lugar santo», que es interpretación etimológica más dudosa. De tal guisa, que el que fuera secretario general del Partido Socialista Vasco, el PSE, amigo de Otegui, admirador de Ternera y maltratador de su señora esposa, Jesús Eguiguren, se llama desde la literal traducción «Jesús Límite de la ladera». En un reciente estudio estadístico publicado por El Correo y a la par que en Cataluña, los diez apellidos más frecuentes en el País Vasco son los que siguen y por el siguiente orden: García, González, Fernández, Rodríguez, Pérez, López, Martínez, Sánchez, Martín y Gómez, seguidos por Ruiz, Alonso, Hernández, Álvarez, Jiménez, Gutiérrez, y ya al fin, en el puesto decimoséptimo, aparece Bilbao, que no Bilbo. Se entiende el fervor «euskaldún» de Jesús Límite de la Ladera.

Jesusín, persona afable y de extrañas amistades, en ocasiones protagonista de su iracundia conyugal, ha calificado al asesino Ternera de «héroe de la retirada». Como ignoramos a qué tipo de ladera se refiere su apellido, mejor guardar prudencia en la calificación de sus palabras, que no son las primeras que han causado escándalo. Cuando reconoció que uno de sus más simpáticos compañeros de chatos y tertulia era Otegui, muchos socialistas se estremecieron, pero como sucede habitualmente con los estremecimientos socialistas, callaron. También callaron cuando fue condenado por maltrato de género, pues de todos es conocido que los únicos delincuentes por maltrato de género son los hombres de derechas. Ahí tienen a Iglesias dando lecciones de feminismo con la espalda figurada de latigazos sangrados de Mariló Montero.

Creo que una vez más, Jesús Límite de la Ladera se ha saltado el límite y se ha despeñado ladera abajo. . Este hombre se da unos morrones en su ladera que cortan el hipo. Toda la vida en el mismo límite de su ladera de siempre, y no domina sus espacios. Sinceramente –no puedo afirmarlo porque tengo el placer de no conocerlo–, da a entender con sus manifestaciones que es muy poco sensible ante el sufrimiento de las víctimas del terrorismo y bastante tonto en su capacidad para calificar a los indeseables. Por fortuna, dejó de ser secretario general de los socialistas vascos, y ahora se mueve en la más lacerante indiferencia social. Pero a los tontos les gusta sacar la húmeda de cuando en cuando para recordar a la sociedad que siguen vivos y coleando, y Eguiguren, Límite de la Ladera, ha aprovechado la detención del criminal Ternera para ponerse de su lado, que es un lado tenebroso, inundado de sangre inocente y habitado exclusivamente por la vileza de la inhumanidad. Está claro que la ladera de Eguiguren tiene un límite poco recomendable para el paseo, porque inmediatamente detrás de su frontera, está el precipicio de la miseria.

Después de decir semejante vileza, bajeza, ruindad, maldad y abyección prostituida, Jesús Límite de la Ladera nos debe a millones de españoles, con los vascos a la cabeza, una temporada de silencio. No se le pide reflexión, por ser incapaz de acceder a ella, pero sí silencio. Porque no ha superado con sus palabras el límite de la ladera de su apellido, sino la frontera de la más brutal villanía.