Opinión

De Madrid al cielo... si van juntos y revueltos

Era yo muy joven, tenía poco más de 20 años, cuando el centrista Sahagún y el popular Manzano arrebataron vía moción de censura la vara de mando de la capital de España a Juan Barranco, alias Juanito Precipicio. Mi memoria no ha olvidado ni el mal perder del heredero de Tierno-Galván ni todo lo que vino después. Una ciudad abandonada a su suerte, con atascos modelo México DF, en la que la porquería era la marca de la casa, con cero infraestructuras modernas, se transformó en una megápolis del siglo XXI limpia como la patena, en la que los túneles agilizaron la movilidad pese a aumentar el parque móvil en medio millón de vehículos y en la que la mitad de la M-30 se enterró regalando al históricamente olvidado sur de Madrid una enorme zona verde. Fue el principio de una ola azul que culminó el 3 de marzo de 1996 con la victoria de Aznar, que se hizo con Moncloa por la mínima. España pasó de ser un Estado intervenido hasta la náusea, en el que el paro era una desgraciada rutina, a un país liberalizado que crecía más que nadie en Europa, entre un 4% y un 5% mientras el resto no pasaba del 2%. La clave del éxito del bigotudo presidente fue tan simple de formular como complicada de ejecutar: aunar en torno a su figura a toda la derecha, desde los antiguos socialdemócratas de la UCD capitaneados por el mejor ministro de Fomento de la historia, Arias-Salgado, hasta los democristianos de Arenas, pasando por los azules que representaban Cascos y Loyola de Palacio o los liberales encabezados por Aguirre y Zaplana. Aznar convenció a todas estas sensibilidades de lo obvio: que aquello que les unía era mucho más de lo que les separaba. Cuatro años después vino esa ansiada mayoría absoluta que el gran Adolfo Suárez nunca pudo conseguir. Que la unión hace la fuerza es un axioma que se cumple normalmente en la vida pero que en la política española, Ley D’Hondt mediante, es sencillamente infalible. El éxito de Almeida y Ayuso es la vuelta al principio. A ese 29 de junio de 1989 en el que en la urbe del oso y el madroño se puso la primera piedra de la reconquista de España tras un tsunami llamado felipismo que duraba demasiado. De Madrid al cielo, pero mejor juntos y revueltos, queridos Pablo y Albert.