Opinión

El Papa de la ternura

El 28 de julio del año pasado, a las 9:45 de la mañana, Eva Fernández casi derramó su segundo café al escuchar por teléfono al Papa Francisco. La corresponsal de Cope en Roma padeció un ataque de logorrea, del que el Pontífice tuvo que sacarla para explicarle que iba a prologar su libro. «El Papa de la ternura», de editorial Planeta, se presenta ahora y comienza, en efecto, con sus palabras: «Apreciada señora, etc». Es un recorrido por los encuentros humanos de la vida de Francisco. Desde los directores de cine Scorsese o Wim Wenders a la monja Genevieve, la única que le ha echado una bronca. Desde Vinicio, enfermo de neurofibromatosis, que vio con emoción cómo el Papa se abalanzaba sobre él para abrazarlo a pesar de sus horribles deformidades, al pastor protestante que dirige la edición argentina del «L´Osservatore Romano». Lo que interesa no son sólo tan singulares amigos, sino el tipo de relación que se establece y que hace, por ejemplo, que el Papa salga de ver a unos presos y comente: «Soy como ellos... uno que ha sido perdonado». Se equivoca quien imagine un texto edulcorante con velos piadosos. Fernández ha documentado la propuesta de Francisco que, sin moverse un ápice del depósito de la fe, repite que no hay encuentro con Jesús más que en su carne, que es la humanidad rescatada. Cada uno de estos personajes es un versículo del Evangelio actualizado, un Zaqueo, una samaritana, un Pedro de hoy.