Opinión
El cuento de la extrema derecha
Llevo 24 horas jartándome a reír tras leer el manifiesto que han hecho los pelmazos de siempre: las autodenominadas «personalidades progresistas». En este nuevo pestiño, titulado «Formar gobiernos de progreso y en defensa de la democracia», apuestan por que Ciudadanos se una a PSOE, Podemos y Colau para impedir que el PP mande en Madrid ciudad, Barcelona y Zaragoza y en las comunidades de Madrid, Castilla y León, Aragón y Murcia. Partido por cierto, el de Rivera, al que estos listos de la vida hace no mucho situaban «más a la derecha que el PP» e incluso en la «extrema derecha». Son los de la zeja y alguno más: Miguel Ríos, Charo López, Marsé, Millás, la hijísima María Garzón, el Borbón consorte Fernando Schwartz y tipos admirados y admirables como Rafael Matesanz o Carlos Jiménez Villarejo. En dos palabras: a-lucinante. O bien sufrían delirium tremens cuando concibieron el manifiesto o tal vez es que han perdido el oremus. Ni a un marciano recién llegado a la tierra se le ocurriría plantear que un partido liberal de centroderecha como Ciudadanos, implacable defensor de la democratización de Venezuela, se alíe con uno de extrema izquierda comunista, financiado por Maduro, para apartar a otro impecablemente democrático como el PP. Muchos de ellos no piensan con la cabeza sino con el bolsillo. Están tan patológicamente acostumbrados al subsidio que anhelan estas siete instituciones para continuar bebiendo aún más si cabe del abrevadero público. El concepto ése de que «Vox es la extrema derecha» se urdió en Producciones Redondo pensando en este posible escenario. Había que buscar un demonio por si salían las cuentas en la derecha. Les da igual que tipos como Verstrynge afirmen textualmente: «Sé que Vox no es fascista porque yo sí lo he sido». O que un politólogo de prestigio como Lluís Orriols declare no tener claro que los de Abascal sean la extrema derecha. Que no lo son porque los Le Pen, Salvini y cía son estatistas y las propuestas económicas de Vox, ultraliberales. O que el Frente Nacional apueste por cero inmigración, legal o ilegal, mientras por aquí digan sólo «no» a la ilegal. O que la verdadera ultraderecha europea esté a favor del aborto y a éstos, que son muy de derechas pero no fascistas, les repugne. En fin, un cuento chino para ver si cuela y seguimos trincando de Carmena, Colau y todo el erario que se ponga a tiro.
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