Opinión
De coalición a cooperación
A los políticos se les va la fuerza por la boca y les pierden las palabras. Utilizan un lenguaje que realmente ignoran. Son la desesperación de los miembros de la RAE, que trata de limpiar, brillar y dar esplendor a la lengua, pero cada vez lo logran en menor medida. Ahora va el coletas y dice, bajándose los pantalones hasta el suelo, pretendiendo una vicepresidencia o algún ministerio para catar el avión oficial, que será muy positivo un gobierno de cooperación, no ya de coalición. ¿Qué quiere decir con esto? Para resolver el enigma vayamos al diccionario que siempre nos resuelve dudas. En primera acepción coalición significa «pacto o unión entre personas, grupos sociales o estados para lograr un fin común», ejemplo: «gobierno de coalición; coalición de fuerzas políticas» y en segunda «entidad creada a partir de la unión de dos o más partidos políticos», ejemplo «el presidente de la coalición; la coalición independentista». Vayamos ahora con la palabra cooperación, que la Academia define como «acción o efecto de cooperar. Ejemplo: «necesito tu cooperación para acabar de pintar la casa; detuvieron al delincuente gracias a la cooperación ciudadana». Como cooperación se denomina el conjunto de acciones y esfuerzos que, conjuntamente con otro u otros individuos, realizamos con el objetivo de alcanzar una meta común. Aunque uno y otro concepto podríamos suponer diferentes, en realidad para los podemitas y Sánchez vienen a significar lo mismo, es decir, un intercambio de dádivas para favorecerse recíprocamente. Trampitas y eufemismos para que los ciudadanos creamos que van de legales, pero es de suponer que la gente está ya bastante resabiada, bastante toreada como para caer en la credulidad de la farsa con que nos vienen obsequiando históricamente unos y otros, que aquí no se salva ni la chata. Mientras tanto el Sancho Panza de Sánchez, o sea Ábalos, el nuevo Pepiño Blanco, va de pantomima en pantomima con conversaciones por aquí y por allá con los minoritarios, para hacer ver la multiplicidad de oportunidades ofrecidas democráticamente a unos y a otros, mareando la perdiz por doquier y ganando tiempo para preparar el frente popular que nos viene encima.
En el otro extremo, en el de la crónica de sucesos, se repiten una y otra vez los casos parecidos a los crímenes de Puerto Hurraco o, si lo prefieren, la narración reiterativa de «La familia de Pascual Duarte», la obra censurada en los años cuarenta por violenta y tremendista que ante el crimen de las cuñadas en Aranjuez, muertas por sendos tiros de escopeta descerrajado en sus barrigas, se queda en una historieta para niños. Una vez más la realidad ha superado a la ficción. Simultáneamente en el sur un Guardia Civil dispara a su mujer y luego se suicida. Eso solo en un día, aunque es muy probable que existan otros hechos de parecida índole que se nos hayan pasado inadvertidos.
Por lo demás Nueva York empieza en breve, en 2023, a poner en marcha los taxis aéreos autónomos. Da un poco de canguelo eso de que nadie los conduzca, pero estamos ya en el futuro y hay que asumirlo. Dentro de algún año más serán una realidad en muchas ciudades del mundo y lo veremos –y utilizaremos–, con toda la naturalidad. Y, por cierto, también con toda naturalidad se consumía marihuana en la prehistoria como sustancia psicoactiva según un estudio arqueológico reciente, que revela que los pueblos Escritas de Asia central solían utilizar el cannabis en baños de vapor–de los que salían «encantados, gritando de alegría»–, pero las pruebas materiales sobre su consumo medicinal o ritual son escasas. Mucha sofisticación encuentro en estos baños turco-asiáticos. Quizá no nos vendría mal la experiencia para sobrellevar el suplicio de los pactos políticos.
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