Con su permiso

A ver qué sale mañana

El colapso acabará inevitablemente derribando al líder. Y cuanto más tiempo pase, peor

Hay que ver con qué rapidez hace metástasis la corrupción en lo que queda del Partido Socialista Obrero Español. Observa Catalina cómo hace unos meses era cosa de Koldo, después se fue sabiendo que andaba también en la parranda Ábalos, y en apenas unos días ya se va aclarando que en realidad la Secretaría de Organización del Partido de Sánchez, integrada sucesivamente por dos de sus compañeros de viaje en Peugeot de la resurrección, era una agencia de colocaciones, dinero negro y puterío, difícil de superar en aristas y claroscuros por la imaginación de cualquier cronista despierto de la más negra España.

Se pregunta Catalina de qué hablarían Cerdán, Ábalos y Sánchez, en aquel coche por la España de 2016, para que el hoy Presidente no se coscara de la rijosa promiscuidad de uno y de la notoria habilidad para los negocios clandestinos del otro. Porque Cerdán ya apuntaba maneras en Navarra entonces. De hecho, acababa de comprarle a su amigo Antxón Alonso casi la mitad de la empresa constructora que se llevaría los más suculentos contratos públicos del gobierno socialista y de coalición de Navarra. Gobierno, por cierto, en el que estaban Pnv, Bildu o Podemos y tampoco se enteraron de la misa la mitad.

Supone Catalina que dedicarían sus muchísimas horas de diálogo compartido en la carretera a comentar las necesidades acuciantes de un país que recorrían kilómetro a kilómetro impulsados por el compromiso de arreglarlo todo cuando alcanzara el poder el compañero líder. Que lo consiguió, y bien conseguido. Que luego pusiera a uno de los compis al frente del ministerio de las concesiones y al otro manejando poder autonómico y partidario a todo trapo, y desde ahí se convirtieran en corruptos profesionales, fue una inesperada circunstancia que nadie hubiera sido capaz de prever.

Vinieron así las cosas, qué se le va a hacer. La voluntad era conseguir una alternativa socialista y de progreso que permitiera a España avanzar en la dirección correcta y librarse de una vez de los gobiernos conservadores, pero por el camino tuvieron que parar a reponer y fornicar y, claro, terminaron perdiéndose. Son humanos. Sí. Quizá demasiado, piensa Catalina.

No deja de llamarle la atención que el mejor dotado de los conductores suicidas, el amigo Cerdán, el que ya antes del viaje apuntaba maneras de fino orfebre del latrocinio, fuera precisamente el encargado de diseñar la lista de regalos al otro gran malversador del ruedo ibérico, el colega Puigdemont. Era ya un experto en concesiones cuando empezaron a hablar, así que por ahí van a ir los tiros.

En el Peugeot de la resurrección iban tres corruptos y un futuro presidente sordo y ciego ante sus compañeros, sordo y ciego frente a los señoros que ahora se revelan como mangutas y puteros. El problema es que después de aquel viaje se dedicaron a tomar el poder y despejar sus alrededores de cualquier ánimo cercano a la disensión. No pudo haber disputa alguna, todo eran apoyos y reafirmación y, claro, así se afanaron en afanar mientras Sánchez seguía atento a lo suyo y desatento a lo de los colegas, que fueron ampliando territorios y arrastrando a más gente por el camino del beneficio oscuro y la pasta fácil. Cuántos y cómo no se sabe aún, pero Catalina sigue atenta como cualquiera a lo que mañana pueda ver en la prensa o escuchar en la radio.

No es la única. Imagina que la evidente delgadez y el rostro sombrío del líder tienen que ver con esa angustiosa incertidumbre del mañana. Dice la miss asturiana, ex amante de Ábalos, ex militante socialista y ex admiradora de Sánchez, que las ojeras y el espanto de la expresión presidencial tienen que ver con eso porque sabe lo que hay e ignora por dónde y cómo va a salir la siguiente. Eso dice, pero es solo su impresión. A Catalina lo que le parece es que de esto se sale muy mal, si es que se sale. Acaba de leer en el impagable libro de Alberto Zurrón «Sexo, libros y extravagancias» que Gore Vidal solía decirle a Truman Capote que «la cuestión está en la longevidad: si vives lo bastante todo termina poniéndose de tu parte» y está convencida de que ese es el ánimo que lleva a Sánchez a bunkerizarse cuando todo se hunde a su alrededor. Vuelve a poner su destino en manos del tiempo. A confiar en que en algún momento cesará el temporal y habrá un punto de calma desde el que pueda remontar el vuelo. Pero yerra. Esta vez no es como las anteriores. No se puede otear el horizonte y calcular por dónde vendrán las nubes para anticiparse o modificar la navegación según vengan los elementos. No. Hoy el tsunami está debajo, a sus pies, oculto e imprevisible. Provocado por sus colegas, a garrotazos, por cierto, entre ellos, pero extendido a todo el partido que dejaron sin resortes de contestación o vigilancia. Que hicieron tan suyo que hasta le privaron de alma propia y libre albedrío. Buscaron atornillarse identificando psoe y Sánchez, hasta la fusión total. Y a Catalina le parece que eso puede ser ventajoso para un liderazgo limpio y abierto. Pero mortal si, como empieza a descubrirse, avanza la metástasis, porque el colapso acabará inevitablemente derribando al líder. Y cuanto más tiempo pase, peor.

Psoe
PsoeIlustraciónLR