Opinión

Cuando el caballo de Troya es uno de los nuestros

El caballo de Troya era de madera y en él se introdujeron soldados griegos para tomar la ciudad anatolia. Bien entrada la noche, salieron, mataron a los centinelas y tomaron la irredenta urbe. En Cs ha pasado algo parecido, pero al revés. Los reclutas que, cual sobre sorpresa, surgieron de la tripas del jamelgo de pega no eran enemigos, sino que eran de la casa. La deserción del brillante Toni Roldán, el superlativo Javier Nart o el desconocido Juan Vázquez fue un inesperado giro de la historia de la formación más joven a nivel nacional excepción hecha de Vox. Lo llamativo es que, tras perder la votación sobre el «no es no» a Pedro Sánchez, el único que no se vistió por los pies fue el padre de las tropas rebeldes: Luis Garicano. El descendiente del ministro de la Gobernación franquista careció de la decencia que al menos hay que reconocer a Roldán, Nart y Vázquez. El eurodiputado los sacrificó pero él se quedó para seguir chupando de la teta comunitaria. Que 8.000 euros al mes no es moco de pavo. Me río de quienes reivindican el alma socialdemócrata de Cs. Porque si bien es cierto que en la fundación de los naranjas había muchos miembros de esa «gauche divine» que hacía estragos en Cataluña, no lo es menos que la socialdemocracia ha sido históricamente comprensiva, cuando no servil, con ese nacionalismo que derivó en independentismo. Una tercera vía que se da de bofetadas con un partido que nació para acabar con la dictadura pujolista y sucedáneos. Item más: el 80% del apoyo electoral a Rivera y Arrimadas procede de viejos votantes del PP. Ciudadanos en plural a los que las subidas de impuestos les provocan vómitos y a los que el coqueteo de la izquierda con el golpismo catalán les causa urticaria. El adiós de Roldán, Nart y Vázquez no es sino el triunfo de los enemigos de verdad, de ese pensamiento único que arrasa al más puro estilo Atila, de esos medios de comunicación que en su absolutísima mayoría están en primera posición de saludo a Sánchez y muy especialmente Pablo Iglesias. La falsaria campaña que han montado a cuenta de la no-ultra derecha de Vox o en pro del respaldo a la investidura de Sánchez es más falsa que Judas. Tan embustera como eficaz. Porque éxito, lo que se dice éxito, hay que reconocer que ha tenido. Lo que no me cabe en la cabeza es que tipos del intelecto de un Roldán o un Nart caigan como pardillos en la trampa que les han tendido los de siempre.