Opinión
Y ahí sigue Franco
Que Pedro Sánchez es un prestidigitador pero barato lo tiene claro hasta Begoña Gómez, su pareja de vida y de Falcon. Un prestidigitador... y un amoral. Lo digo porque un servidor también ha llegado a la conclusión de que nuestro presidente no distingue entre el bien y el mal. La prueba del algodón la tenemos en esa entrevista a Satanás Otegi en TVE. Lo que ni en la peor de nuestras pesadillas pudimos imaginar fue realidad gracias a este tipo al que le da igual pactar con el mismísimo diablo si es necesario para no perder el colchón de Moncloa y recuperar Navarra. Hoy, sin embargo, me ceñiré a su vis trilera.
A esa faceta presidencial de darnos la del tocomocho cada vez que nos confiamos. El tocomocho es uno de los timos callejeros más populares. Consiste en acercarse al incauto de turno y venderle un décimo de Lotería premiado ful (fake, en lenguaje posmoderno) por menos dinero del obtenido en el sorteo. Algo de eso es lo que nos está haciendo a todos los españoles Sánchez con Franco. Acuérdense que hace un año a estas alturas el Gobierno daba por hecho que la momia del dictador saldría del Valle de los Caídos «antes del verano». Sí, han leído bien, «antes del verano». Repasen las hemerotecas y verán que no miento. ¿Qué ocurrió entonces para actuar con tamaña osadía? Simple y llanamente, que a Moncloa, a la imberbe Moncloa mandatada por un tipo que plagió su tesis doctoral, le traicionó el subconsciente.
Debe ser que el presidente tiene interiorizada la muerte de Montesquieu, el apóstol de la división de poderes. Pero resulta que de momento en España no se puede desenterrar a un muerto así como así. Sea Franco o su porquero. Y ahí que continúan los restos del ex jefe del Estado. El 10 de junio expiró la segunda o tercera fecha planteada por el Gobierno para la exhumación. El gran ridículo vendrá el día que el Supremo aplique la ley y resuelva salomónicamente que se puede sacar el cadáver de Cuelgamuros pero dejando a la familia la potestad de elegir el lugar de reinhumación.
Y, mientras tanto, la maldición de Francokamon se sigue cumpliendo a rajatabla. Eso sí, Sánchez ni se plantea quitar las calles, las estatuas e incluso los estadios olímpicos a asesinos de marca mayor como Carrillo, Pasionaria, Largo Caballero o Companys. El pensamiento único es muy único.
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