Opinión
Doña Marcela
El partido de Puigdemont se ha vendido al PSC y ha puesto la Diputación de Barcelona en manos del socialismo de Nuria Marín, arrinconando a ERC. El pacto se pergeñó en Waterloo, con butifarras y cava que llevó Artur Mas al casoplón. Y a Torra le mandaron pedorretas, que es un mandao que no pinta nada.
Es sabido que Mas quiere volver a la política activa y que siempre estuvo en contra de la declaración de independencia a las bravas. Así que ahora le conviene arrimarse al PSOE y templar gaitas.
Pero lo bonito, lo bonito de la noticia no radica en la animadversión de Puigdemont a ERC y Oriol Junqueras –la natural envidia del cobarde al valiente– sino en una de las inevitables consecuencias del pacto. A saber, la prórroga del contrato de la mujer de Puigdemont, Marcela Topor, en la tele de la Diputación. La cosa no es baladí, porque doña Marcela cobra 6000 euros al mes por dar un curso de inglés, cosa muy lógica, porque es rumana y se formó en la prestigiosa universidad Alexandru Ioan Cuza. Bastante tiene el líder con buscar la pasta para sostener palacio, coches, escoltas e impedimenta, como para pensar en mantener a su mujer y las niñas. Apañada Marcela, puede su marido centrarse en lo principal, que es burlar a la justicia de España. Que lo haga con estrecheces tampoco es novedad acuciante, porque ha ejercido siempre como periodista –sin tener estudios– y los del gremio nunca andamos sobrados de pasta.
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