Opinión
Desastrosa Ucrania
Ucrania es una nación totalmente artificial que intentaron crear el kaiser y Hitler y que, finalmente, surgió como consecuencia de uno de los errores geo-estratégicos más graves cometidos por Estados Unidos. Además constituye un desastre sin paliativos. Baste decir que, en lo que va de siglo más de la tercera parte de su población – cifras oficiales del parlamento ucraniano o Rada – se ha marchado en busca de horizontes más benévolos. No pocos huyeron a Rusia porque, siendo ucranianos, regresaban a la patria histórica como hicieron, antes que ellos, los ucranianos y más que rusos, Gógol y Bulgákov.
Otros han decidido buscarse la vida en cualquiera de los cuatro puntos cardinales convencidos de que en Ucrania jamás encontrarán ni libertad ni justicia ni prosperidad. Ahí se encuentran desde los refugiados políticos – de los que no se habla – hasta los emigrantes económicos que sólo en España son decenas de miles. Nada de esto puede sorprender teniendo en cuenta la corrupción omnipresente de las instituciones ucranianas donde las acciones de un diputado tienen hasta tarifa de soborno, donde los nacionalistas han reencaminado las derrotas electorales con golpes de estado – el último en el 2014 – y donde incluso se elaboraron listas negras de periodistas – varios de La Razón – como en una república bananera. Con este trasfondo irrefutable, el nuevo presidente ucraniano – un comediante votado porque sus rivales eran vomitivos – ha decidido aumentar la tensión solicitando a Estados Unidos – una potencia extraeuropea – y a Gran Bretaña – que ha salido de Europa – que entren en el grupo que vela por el cumplimiento de unos acuerdos de Minsk que Ucrania ha violado sistemáticamente. La jugada es comprensible.
Francia y Alemania desean mantener unas buenas relaciones con Rusia que son lógicas y convenientes y que no se pueden compensar con la colaboración de la patética Ucrania. Mientras tanto, otras naciones europeas – Italia es un gran ejemplo – decidieron hace años olvidarse de los nacionalistas ucranianos y negociar con Rusia aunque sea a través de terceros. En otras palabras, Lituania puede pensar lo que quiera, pero, para la mayoría de Europa, Ucrania es un verdadero fardo que desearía sacudirse de encima y que tiene que llevar a cuestas por eso de la NATO. Verdaderamente estúpidas serán las naciones europeas si permiten que su destino futuro lo vuelvan a marcar los nacionalistas ucranianos – quizá la casta política más corrompida del continente – en lugar de sus intereses.
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