Opinión
Pablo, Pedro, la investidura picapiedra y las redes cenagales
Más allá del desenlace final de la investidura de Pedro Sánchez, que no será, la política con mayúscula en este país es una especie en peligro de extinción, sino erradicada de raíz. No busquen brotes verdes a la izquierda, porque no los encontrarán, y en sentido opuesto... bueno, hay alguna esperanza blanca.
El escenario presente para el interés nacional, que es lo que importa, es lo más parecido a un camposanto, y los títeres que se han movido entre las bambalinas negociadoras de lo que debía ser el gobierno tienen el alma oscura como los caminantes blancos.
Casi de noventa días han dispuesto las izquierdas jurásicas para alcanzar un acuerdo de mínimos, pero hasta hace un minuto y parece que después han malgastado el tiempo y el dinero de los españoles entre leñazo va y leñazo viene como los cavernícolas de “2001, una odisea en el espacio”, de Stanley Kubrick. Va a ser que no se soportan, en la mejor tradición socialista y comunista españoles, porque ellos tienen tienen su cáustica y muy particular memoria histórica compartida.
Con los puñales afilados, buscaron antes de la votación acogerse a sagrado en los medios de comunicación para defender su narrativa y que no les madrugaran la versión del desastre. Y entre radios y televisiones zascandilearon con el estribillo: “Has sido tú, te crees que no te he visto”, como la canción de veranos más benéficos. Y los medios tan felices convertidos en pasarela de archienemigos.
Como perejil de todas las salsas, amargas y dulces, twitter y las redes cenagales. El gran Berta escupiendo proyectiles del más grueso calibre contra la trinchera adversaria. ¿Y lo españoles, sus problemas, sus inquietudes, sus necesidades? Eso no toca, como decía el otro. Pongan un tuit, que es lo único que estos políticos atienden mientras no tengamos elecciones de por medio.
La playa nos espera. Pedro y Pablo se despiden hasta después del verano. El chiringuito. Puede que en septiembre nos regalen otra investidura picapiedra. Todo es susceptible de empeorar. En el hilo musical suena “Paquito, el chocolatero”. Que país de charanga.
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