Opinión

La confianza

En uno de sus mejores relatos, titulado «Benito Cereno», Herman Melville (el autor de «Moby Dick») nos presenta al capitán Amasa Delano de quién dice: «le era imposible ceder ante cualquier sentimiento de alarma que le obligara a pensar que el prójimo obraba con malignidad», y añade: «que decidan los sabios si tal rasgo de carácter pone o no de manifiesto una particular agudeza y vivacidad de la percepción intelectual». Melville, en el fondo, está hablando de las dificultades que presenta la confianza. Ver a nuestros políticos atrapados en el tacticismo que últimamente muestran hace pensar si no nos hallamos desde hace tiempo en una fase de crisis general de la confianza dentro de la sociedad.

Sería humanamente comprensible. En una época de cambios acelerados, sometidos a la renovación total que supone la digitalización, se hace más difícil confiar en cualquier cosa. No es nada nuevo. Probablemente, siempre ha sido así, pero ahora más y más rápidamente. Otro genio, Chejov, ya le hizo decir, hace más de cien años, a uno de sus personajes en «El jardín de los cerezos» lo siguiente: «cualquiera que haya trabajado un tiempo en el mundo de los negocios conoce que hay muy poca gente honrada».

La desconfianza puede extenderse con facilidad e inesperada velocidad. Y, sin embargo, para convivir en sociedad de una manera aceptable se necesita un cierto grado de confianza entre los humanos. Es lo que hemos buscado siempre para no vivir en el miedo continuo, en el peligro de una muerte brutal y desagradable. ¿Cómo organizar entonces ese sentimiento? Bueno, un posible camino quizá sea depositando esa confianza en las instituciones, un sistema que funcione para todos independientemente de las emociones personales. Ese es probablemente el sentido profundo de las Constituciones occidentales; crear un pacto de confianza que pueda modificarse, pero siempre prudentemente y siguiendo sus propias reglas consensuadas. Intentemos ver, en los tiempos que nos esperan, a las instituciones separadas de las personas que las ocupan coyunturalmente con sus tacticismos particulares. Puede que esa sea la manera de salvar la confianza más allá de las desagradables experiencias inmediatas.