Opinión
Hermoso de Mendoza: Genio del toreo a caballo y la genética ecuestre
Se acercó al rejoneo por su enorme afición al caballo. Desde que apenas levantaba un palmo del suelo ya cabalgaba a lomos de este animal. Qué se iba a imaginar él, que años después el caballo le iba a dar a la gloria, qué le iba a elevar a los más altos altares del rejoneo. “El caballo siempre ha sido un fiel compañero de viaje, parte de nuestra familia desde hace varias generaciones, aunque conmigo ha alcanzado un estatus de mayor protagonismo. Pasó a ser la estrella y el símbolo familiar”, relata Pablo Hermoso de Mendoza, el gran maestro del rejoneo. A los cuatro años ya se dejaba ver en público como alguacilillo en su Estella natal, y con tan solo ocho consiguió el primer título de campeón infantil de hípica del norte. Un puñado de años después, en 2016, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte le entregó la Medalla de Oro al Mérito en la Bellas Artes al considerarlo "el mejor torero a caballo del mundo, y piedra angular para la moderna evolución del rejoneo". Pablo nació con el amor hacia lo equino cabalgando ya por sus venas. Algo innato. Después, le vendría el querer ser torero. Una corrida por televisión allá por el año 1981 giró el rumbo de su vida. Aquel Pablo de tan solo 15 años quedó prendado de la imagen del toro y el caballo, su fusión, cara a cara, de poder a poder. Y partir de ahí, el toro comenzó a ser parte de sus sueños, de su día a día, de sus ilusiones, de sus preocupaciones. En 1989 tomó la alternativa en Tafalla (Navarra), hace justo 30 años el próximo 18 de agosto. Una vida dedicada a su profesión. De 8 a 10 horas diarias suele ver la vida desde el lomo de sus caballos. Dos bocadillos se lleva de casa a las caballerizas cuando terminamos la entrevista. Se despide de su gente hasta su regreso a la noche. Y es que el entrenamiento y la doma de los caballos es parte esencial del rejoneo.
Desde la tranquilidad de su finca Zaraputz, situada muy cerquita de Estella, donde reina un silencio únicamente roto por los ladridos de los perros y la fricción de las herraduras con el suelo de asfalto, recuerda aquellos primeros años con una “intensidad tremenda”. “Recuerdo esa sensación de juventud, de querer comerme el mundo pero a la vez estar lleno de inseguridades, de ver frente a ti cantidad de caminos y no saber si por el que vas es el acertado”, revela Pablo con cierta nostalgia y una ligera sonrisa. Unas sensaciones que hoy está reviviendo con su hijo Guillermo. “Me siento super identificado con él. Es como si estuviese rejuveneciendo”, apunta. Y es que Guillermo está siguiendo los pasos de su padre. En pocos días cumplirá los 20 años y ya lleva varios meses toreando a caballo en las plazas. En la pasada Feria de Abril de Sevilla tomó la alternativa de la mano de su padre. El relevo generacional se consolidaba. Le cedía el testigo, aunque todavía Pablo sigue activo y con carburante, o por lo menos eso deja entrever por la pasión con la que habla. “La vida me está dando la oportunidad de vivir otra vez esta etapa maravillosa”, aunque asume que se “sufre muchísimo” viendo torear a un hijo. Y no por el miedo al éxito o al fracaso. “Siento pavor porque te anticipas a lo que va a suceder, le ves hacer algo mal y no puedes decírselo. Estar viendo algo antes de que ocurra y no poder solucionarlo es tremendo”, comenta Pablo. Es lo que tiene llevar más de 2.500 festejos y más de 5 mil toros lidiados en su trayectoria.
La trayectoria de Pablo Hermoso de Mendoza ha sido vertiginosa. Descomunal. Pablo estaba llamado a cambiar las reglas del rejoneo, a revolucionar el arte de Marialva. Es consciente de todo lo que ha conseguido, aunque le cuesta entenderlo. “Hay veces que pienso que todo se ha sobrevalorado”, afirma. “Desde mi prisma veo a varios compañeros que también lo han hecho de una manera magistral pero los cuales no han tenido el mismo reconocimiento”, añade. Lo que sí está claro es que Pablo ha sido uno de los toreros más deseados, de los más buscados por los empresarios. Hasta en 142 ocasiones se anunció en el año 2002 entre Europa y América. Semanas ininterrumpidas en plena temporada. Pablo alcanzó límites estratosféricos en el toreo a caballo. Los aficionados le elevaron a lo más alto del escalafón. Varios años lo lideró. Con rotundidad asegura que no ha sentido vértigo, sino terror. “Y lo sigo sintiendo”, confiesa. No se esconde. También reconoce que toda la aureola que ha envuelto su carrera le ha aterrado y desgastado por miedo a no ser capaz de satisfacer a ese público que le esperaba con ganas, impaciente por verle torear. A la pregunta de si le ha pesado en algún momento llevar las riendas del rejoneo, afirma que sí, con rotundidad. “Una vez que llegas al poder y sientes en tus manos esas riendas, esa situación pesa muchísimo porque que ya no tienes excusas, ya no puedes echar la culpa por ejemplo al empresario por la corrida que ha elegido. Cuando llegas a arriba y tienes el poder de elegir tú la corrida, ¿a quién le hechas la culpa? Imposible, ahora eres tú el que organizas, y esa sensación de responsabilidad da miedo”, afirma.
Pablo Hermoso de Mendoza ha mandado en el toreo. Cambió las normas, los cánones, la esencia del toreo a caballo. Perfeccionó la doma del caballo, hizo que el rejoneo se convirtiese en una modalidad ecuestre en la que el caballo trabajase con gusto, recreándose. “El secreto de la evolución del rejoneo ha sido la evolución de la técnica, el revolucionar la doma clásica”, apunta. También añade que la clave de su éxito se debe a la autocrítica. “Al principio ponía el cuerpo al límite porque pensaba que cuando no había sufrimiento no me iban a salir las cosas. El sufrimiento me daba seguridad”, confiesa. Hoy es el mejor maestro de su hijo. Aunque reconoce que también cada día aprende de él. “Con Guillermo me he dado cuenta de que hay cantidad de defectos que yo no me he podido corregir porque nunca he tenido a alguien que me corrigiese, y ahora que se los corrijo a Guillermo me doy cuenta de que yo también los hacía. Esa falta de un preparador ha hecho que mi concepto sea muy definido, creado por mí mismo”. Un concepto que le está transmitiendo a su hijo. La herencia de su mejor legado.
¿Hacia dónde está cabalgando actualmente el rejoneo?, le pregunto. La respuesta sorprende. “Está mutando en cada momento, y eso no me gusta. Se busca el beneficio rápido y el aplauso fácil, para con menos trabajo poder tener más lucros económicos y reconocimientos. Lo que ahora se viene a llamar en política populismo. Y claro, es un populismo donde se sacrifica al caballo y al toro. El rejoneo tiene unos cánones poco estructurados. Me gustaría que como en cualquier modalidad deportiva ecuestre tuviésemos unos cánones más armónicos y establecidos, porque actualmente buscamos que el caballo trabaje con mayor comodidad, estudiamos su físico, su anatomía, su mecánica muscular y articular para que, en definitiva, el caballo haga su trabajo con mayor fluidez, sin lastimarlo. Y la falta de por ejemplo un jurado estricto hace que solo nos expongamos a un jurado popular que aplaude o no basándose en lo que siente, pero no está diciendo si eso está bien o está mal. Esa falta de cánones está llevando el rejoneo a una competencia donde cada uno juega por el camino que quiere, y no debería ser así, deberíamos jugar todos con las mismas normas”. Y esto último lo compara con las elecciones: “Al igual que en las elecciones, nos damos cuenta de que la gran mayoría nos equivocamos. Tenemos el poder de decisión, pero no el acierto”.
Pablo lleva treinta años conquistando plazas, la última en hacer suya y a lo grande fue la de Las Ventas la pasada Feria de San Isidro, después de 10 años de la última vez que la abandonó por la calle Alcalá. “Cuando llegas a un grado de veteranía cuesta más cortar orejas”, dice. “Curiosamente, cuanto más perfecto toreas menos transmites al público”, añade. ¿Por qué? Muy preciso lo explica: “La falta de control a la gente le transmite espontaneidad, peligrosidad y emoción. Las carencias se suplen con arrogancia, pero cuando llegas a un grado de maestría, la transmisión solo llega a un sector mínimo de la afición. Los fallos ya son injustificables. Un contrasentido. Tantas horas de dedicación y entrega para que guste precisamente lo que antes estaba lleno de defectos e inseguridades”. ¿Y cómo se alimenta uno emocionalmente para seguir toreando? “Ahora hay ya un reconocimiento profesional diferente en el que empiezas a sentir que casi todo lo que gira en el rejoneo, tú eres la imagen. Sientes que te has convertido en un referente en el que los jóvenes se fijan para aprender. De alguna manera esto suple esa otra falta de éxito”.
Los años pasan y hoy las temporadas de Pablo Hermoso de Mendoza se han reducido considerablemente. En tan solo 25 plazas se anunció la pasada temporada en Europa. Aun así, se dedica en cuerpo y alma al caballo. En 1998 se embarcó en la aventura de crear una yeguada. “Es la parte más apasionante de mi carrera”, afirma. Su momento íntimo y de recogimiento lo pasa en el campo observando a las yeguas con sus potrillos galopando en libertad por la pradera, “viviendo como diosas”, dice. Un proyecto que poco a poco ha ido consolidando hasta convertir la yeguada del hierro de la PH en una de las principales productoras de caballos de rejoneo. Con esta yeguada, Pablo quiso que las mejores líneas de caballos toreros convergiesen en su ganadería. Pero para ello es vital la selección del caballo. Una selección que se inicia en el momento del apareamiento. Un intenso proceso de alquimia genética que requiere un exhaustivo conocimiento de los animales. “En este momento comienzas a analizar las virtudes y los defectos del semental para compensar esos defectos con las virtudes de la yegua seleccionada. Hay que estudiar también las familias de cada uno de los ejemplares para lograr un poco de consanguinidad, pero sin perturbar los niveles de fortaleza física y salud”. Un experimento que trata de equilibrar los mejores caracteres de ambos progenitores. El proceso de selección del caballo continúa una vez que nacen los potrillos tras once meses de embarazo. “Ahora es cuando empiezas ya a tomar notas sobre sus movimientos, sobre cómo te miran, cómo te esquivan… En este momento ya comienzas a conocer pequeños detalles de cómo pueden ser los potros cuando sean adultos”.
El siguiente paso que narra Pablo sobre la selección de los caballos tiene lugar a partir de los tres años. “A esta edad comienzas a trabajar con él, empiezas a darle forma y a leer lo que tiene dentro. Al año, ya tienes un conocimiento importante de cómo es el caballo”. Ahora llega el momento de decidir si pasa o no a la siguiente fase. Son muchos los caballos que nacen, pero pocos los privilegiados con el corazón para ponerse delante de la cara del toro. “Si es uno de los caballos privilegiados sigues domándole para enseñarle la técnica, y a su vez lo vas probándolo ya delante de vacas para que vaya entendiendo el peligro y cómo solventarlo”. Este proceso suele durar hasta los cinco años, que es el momento en el que ya el caballo está formado y listo para salir al ruedo. A esta edad ya saber lo que tienes entre manos, y si es apto o te has equivocado.
La equivocación actualmente es mínima en la selección primera. El trabajo con la genética ha avanzado a un ritmo frenético. “Cuando no trabajaba con ella era como una lotería, no sabías si el caballo podía servir o no, y te podías dar cuenta al mes o a los dos años. Ahora, con toda la información de la que dispones sobre las familias y el trabajo de todos estos años te equivocas muy poco”. Incluso Pablo se atreve a decir que el porcentaje de caballos nacidos en su casa aptos para rejonear se encuentra entre el 85% y el 90%. Aunque también puntualiza: “Ahora bien, ¿cómo van a torear? Eso ya depende de las exigencias de cada uno”.
El caballo de rejoneo es un caballo único, seleccionado y cuidado como una estrella. Morfológicamente es un animal de bonitas hechuras, armónico y proporcionado. La raza equina más apropiada para el rejoneo es la lusitana, de origen portugués, muy similar al caballo de Pura Raza Española. Animales barrocos y con espíritu, “no hay que olvidar que el caballo de rejoneo tiene que mantener la esencia de los caballos de guerra, que no vuelvan la cara ante situaciones extremas”, apunta Pablo. Aun así, dice que son varias las ocasiones en la que se cruza esta raza con otra para conseguir un ejemplar “más atleta”. Razas como Árabe, Cuarto de Milla o Hannoveryano. Su peso suele girar entre los 400-450kg. La alimentación también es clave para mantenerlos en línea y fortalecidos. Para este rejoneador estellés la dieta ideal es un buen pasto natural y cereales, con algún corrector mineral para equilibrarlos. Hay que tener en cuenta que los cólicos son la principal causa de muerte de estos ejemplares, y una mala alimentación puede desembocar en tragedia. El momento álgido del caballo se encuentra entre los 8 y 15 años. Y su precio suele cifrarse entre los 15 mil y los 80 mil euros, dependiendo del nivel de equitación y la calidad del ejemplar. “Los caballos importantes no tienen precio, pero alguna vez se puede dar una venta y cifrarla en 300 mil euros”, apunta Pablo. Sin duda estos últimos datos revelan la fuerte inversión económica que deben realizar los valientes que se inician en el mundo del rejoneo. “Sin saber si vas a poder vivir de ello comienzas con una inversión inicial que gira en torno a los 400 mil euros”.
Trabajar con la genética dice que le “fascina”. Lograr el caballo estrella debe ser lo más reconfortante para un rejoneador. Cuatro son las claves que debe tener un caballo según Hermoso de Mendoza para ser un buen ejemplar. Primero cita el valor, “sin él no hay nada que hacer”. Después tener una mecánica ágil que le permita realizar los movimientos con la mayor facilidad posible. La armonía es la siguiente clave, “importantísima”, ya que los movimientos deben ser realizados con plasticidad y elegancia. Y por último nombra la personalidad, que es la que va a hacer especial al caballo cuando entre en la plaza. “Desde Cagancho no he tenido un caballo igual”, dice Pablo. Y es que la gente se peleaba por una entrada para verlo simplemente aparecer por el patio de caballos. “La gente exclamaba: ¡Guau! Nada más entrar a la plaza. Impresionante”, comenta el jinete afirmando que, para él, ningún otro caballo en la historia del rejoneo ha alcanzado tal nivel de popularidad. Cagancho llenó plazas y se convirtió en el protagonista de muchas tardes sin ser anunciado en los carteles. Se cosía los toros a la grupa. Pablo lo despidió con honores, incluso le cortó la “coleta” (crin) en la mismísima plaza de Las Ventas bajo una atronadora ovación y lágrimas. Después, gozó de una jubilación en la finca de Zaraputz hasta su fallecimiento. Sí tiene que formar una plantilla ideal, Pablo lo tiene claro. De salida escoge a Labrit, al que define como el caballo más puro y el cual le ha permitido llevar el riesgo a la máxima expresión; para banderillas elige a Cagancho y Chenel; y como broche de oro para el último tercio se decanta por Pirata. El póker de ases de la cuadra Hermoso de Mendoza.
“Todos somos substituibles, pero no imitables”, dice Pablo. Ahora tiene alrededor de 60 caballos en los establos. Aforo completo. “Me tuve que poner límite, porque si no superaría los 100 y utilizaría los mismos de siempre”, comenta. Pero de entre esos sesenta caballos, en plantilla la cifra no supera los 25 entre su cuadra y la de Guillermo. El resto están en proceso de doma o en el banquillo. Solo 11 caballos caben en el camión, que, por cierto, asegura que es el momento más ingrato para ellos, a pesar de las innumerables comodidades con las que viajan.
Pablo Hermoso de Mendoza y Guillermo Hermoso de Mendoza. Padre e hijo. La historia de una saga familiar unida por el caballo y el toro. La generación de ayer y la de hoy. El presente y la experiencia. Guillermo tiene hoy sobre sus hombros el peso del apellido más grande de los habidos en el rejoneo. La historia Hermoso de Mendoza continúa.
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