Opinión

La demencia

Urge reconstruir el territorio de lo racional. Un paisito donde los políticos, los periodistas y los ciudadanos discutan sobre el futuro sin almorzar conspiraciones ni entregarse al dengue fantasioso. Vacunados contra la psicosis disfrazada de pensamiento crítico. Lejos del mantra que confunde la independencia de criterio con los afanes que ponen en solfa las instituciones e ideas liberales. Reunidos en torno a los tres o cuatro principios y verdades que nos salvan del reino de los tiranos y sus disciplinados sargentos.

Entre los últimos ataques contra el ecosistema del despejo mental cuento los informes de un periódico que afirma, frente a todas las evidencias disponibles, que el imán de Ripoll, Abdelbaki es Satty, fue confidente del CNI y que, por tanto, el CNI supo y calló de la inminencia del atentado de las Ramblas. Una juerga de periodismo trash que conviene tanto a los independentistas como a los antisistema desde la izquierda.

Un banquete de pensamiento lobotomizado y mágico y reporterismo de escombrera adolescente que entusiasmaría al mismísimo Donald Trump. Especializado en propagar teorías de la conspiración desde mucho antes que Ada Mal Menor (© Carlos García-Mateo, aka Barcelonerías) haya corroborado que disminuye la esperanza de encontrar virutas de lucidez entre unos Comunes que votaron junto a ERC y JxCat para que alguien investigue algo. Lo que sea menos lo sucedido. Un trabajo para Mulder y Scully o la pandilla de Scooby-Doo. Más o menos los mismos que podrían ahora mismo indagar sobre la muerte del millonario Jeffrey Epstein, que apareció ahorcado en una celda del Centro Correccional Metropolitano de Manhattan. Lejos de preguntarse por las hipotéticas negligencias de los psicólogos y/o los fallos humanos en la vigilancia de los presos la demencia al mando tuitea desde el Despacho Oval sobre los Clinton, especula barbaridades y aspira a resolver el expediente por la vía más retorcida, sinuosa y equis imaginable. Efectivamente, un fantasma recorre el mundo.

Un pensamiento sin andamiajes, desabrochado de cualquier pudor, que atribuye grandes y tenebrosos agujeros negros a las contingencias de lo real y que ha resuelto su bajísima solvencia analítica con una ensalada de tópicos geocentristas y robustos menhires de embustes. Por supuesto detrás hay siempre un negocio. El de unos mezquinos enemistados con la inteligencia y un público no sé si cautivo pero desde luego que encantado con una dieta y unos debates de un nivel absolutamente desolador.