Opinión
Prescindamos del diablo
Tan cierto es que el big bang multipartidista no dice nada bueno de nuestro sistema democrático, porque italianiza nuestra realidad, como que intentar deshacer el entuerto con Podemos agrava infinitamente la enfermedad. Al fin y al cabo, en los gobiernos en minoría o de coalición siempre acaba mandando el más chiquito por la sencilla razón de que tiene la sartén por el mango por decirlo suavemente o pillado al grande por el lugar donde el bajo vientre pierde su casto nombre si hablamos en plata. Ocurrió con el mayor delincuente político de todos los tiempos, Jordi Pujol, en 1993; sucedió tres cuartos de lo mismo en 1996 cuando el mismo sujeto malencarado sacó hasta las tripas a Aznar y se repitió la jugada en 2016 con un Rivera que en un acto de grandeza excepcional dejó gobernar sin plantear chantaje alguno al partido que había ganado de largo aquel 26-J. Lo del presidente de Ciudadanos es la excepción que confirma la regla de que cualquier tiempo pasado bipartidista fue mejor. Es público y notorio que no soy precisamente fan de Pedro Sánchez pero he de confesar cierta admiración por el manejo táctico y estratégico de la coyuntura postelectoral. El modo en el que está dando largas a los tan pelmazos como peligrosos podemitas es magistral. Sin olvidar la responsabilidad que demuestra al negarse a vender su alma al diablo a cualquier precio. A mí no me van contar lo que piensa el inquilino de Moncloa del impresentable macho alfa podemita. Entre un socialdemócrata puro como Sánchez y un servidor hay setenta veces siete menos diferencias ideológicas que con un comunista a las órdenes de una dictadura extranjera. El hombre que ostenta la facultad de forzar una nueva convocatoria electoral es plenamente consciente de que con una economía en caída libre un gobierno con Podemos nos abocaría a un apocalipsis de proporciones similares al que nos legó Zapatero. El presidente está aguantando como un titán las presiones de unos medios y unos periodistas que en un 70% entrarían en éxtasis si ven a su Irene o a su Pablo, sus jefes naturales, en la Vicepresidencia del Gobierno y con tres o cuatro carteras en su poder. Un PSOE con 140 ó 150 diputados tiene diez veces menos peligro que un pacto con el diablo. En 2016 estuvimos 10 meses sin Gobierno y no se hundió el mundo sino todo lo contrario. Pues eso.
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