Opinión
Podemos en su encrucijada
Mi oferta ahora es...nada». La frase de Michelle Corleone antes de enviarle una cabeza de caballo al irreductible interlocutor con quien venía tratando imposibles negocios, bien puede corresponderse con la posición de Pedro Sánchez frente a Pablo Iglesias en este último suspiro negociador de septiembre. Algo que deja muchas cosas en el tejado del líder podemita a la hora ejecutar movimientos. Conviene no llamarse a engaño, una cosa es el futuro de los diputados, colíderes y pareja Montero e Iglesias, que muy probablemente renovarían su escaño en próximas citas con las urnas, y otra muy distinta el futuro de Podemos como partido relevante y con una presencia social y electoral desde hace tiempo en caída libre y en una tesitura como la actual –casi una verdadera encrucijada– en la que esos movimientos durante las próximas semanas serán determinantes en su «ser o no ser». Que la entrada en un hipotético gobierno de coalición no es una garantía de supervivencia para el partido liderado por Pablo Iglesias forma parte del convencimiento de no pocos miembros y hasta de un considerable sentir de las bases en la formación morada. Algo tan evidente como el hecho de que acceder a algunas carteras «marías» o secretarías de estado pudo suponer puestos y cargos para un número de señalados y hacer copartícipe a Podemos de la gestión social de gobierno, pero no por ello convertirse en el puente hacia la recuperación en términos electorales, esa recuperación de una esencias perdidas que en poco se corresponden con los «aires de Galapagar». Podemos tratará de situar una negociación que habría de retomarse esta misma semana en el mismo punto de partida del pasado 18 de julio cuando Sánchez e Iglesias abordaban un posible gobierno de coalición frustrado ocho días después en la investidura fallida, pero la oferta socialista parece ya más encaminada hacia la citada frase de Michelle Corleone. Una tesitura que, sin embargo, además de no tener tanto de «susto o muerte», deja margen y puede que hasta un positivo «capricho del destino» a medio plazo para la formación de Iglesias teniendo en cuenta que a las dos alternativas, bien de la repetición electoral –poco halagüeña– o bien de un apoyo programático de legislatura con el PSOE sin entrar en el gobierno –nefasta esta– se suma una tercera, casi inédita pero poco desdeñable, como es facilitar la investidura de Sánchez en última instancia, dejar al líder socialista con su anhelado caramelo desde la noche electoral del «28-A» pero añadiéndole unas dosis de veneno ejerciendo una dura oposición desde el minuto uno, frente a uno de los gobiernos presumiblemente más débiles de toda la democracia. Bastaría con garantizarle al jefe del Estado el «sí» de esos 42 escaños a la candidatura de Sánchez. El tren de los coches oficiales parece haber pasado, como pasó el vivir bien con Rajoy en la Moncloa, ahora toca travesía en el desierto. La cuestión es si a pie o en camello.
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