Opinión

Cayetana, prepárate

Conozco bien a Cayetana Álvarez de Toledo de mis tiempos en «El Mundo». Ella era una historiadora recién licenciada con honores en Oxford que ejercía en la sección de Opinión mientras un servidor se dedicaba a seguir los pasos de Aznar como corresponsal en Moncloa. Nuestras mesas eran contiguas. Era tremendamente educada, obviamente estaba bien formada y sólo fallaba en un punto: su rictus distante, no sé si tímido o prepotente, que le granjeaba enemigos gratuitos o insanas envidias. Así continúa 19 años después. Con una diferencia: la Cayetana periodista-opinadora es ahora la portavoz parlamentaria del gran partido del centroderecha patrio. Sucesora, pues, de un elenco en el que no hay precisamente un solo piernas: Herrero, Ramallo, Rato, Zaplana, Soraya Sáenz de Santamaría o Rafael Hernando. Casi nada. Su estreno el jueves pasado anticipó dos cosas: que Pablo Casado ha acertado y que, consecuentemente, el vomitivo pensamiento único imperante le va a pegar hasta en el velo del paladar. Su actuación fue formidable. Definió lo sucedido con el «Open Arms» del diabólico Soros con una frase que lo resume todo: «El sanchismo y el salvinismo son las dos caras de una misma moneda, utilizan y desprecian a los inmigrantes para ganar votos». No hacía falta decir más ni expresarlo más alto. Se podría haber vuelto a la bancada tras cerrar su augusta boca que el efecto de su zasca hubiera sido el mismo. Palabras que, cómo no, merecieron el reproche de la retroprogresía patria con expresiones lindantes con el machismo cuando no directamente machistas. Cayetana tiene ante sí el reto de su vida: ayudar a conducir a un partido que sólo en 1977 y 1979 (con la marca AP) tuvo menos diputados que ahora a su lugar natural, el Gobierno de España. El nombramiento de Casado funcionará. Por una elemental razón: todos los proyectos políticos ganadores de la historia han tenido siempre un poli malo y otro bueno. La estrategia hooligan es fundamental en la oposición, siempre y cuando el number 1 vaya de hombre de Estado. González tuvo a su poli malo en Guerra, Aznar se lo endosó a Cascos, Zapatero a Caldera, Rajoy a Zaplana y Sánchez a Ábalos. Y los cinco acabaron siendo presidentes. Casado debe dedicarse a partir de ahora a poner «dientes», que diría la Pantoja, que ya se encargará Cayetana del trabajo sucio. Con tanta sutileza como mala leche, eso sí.