Opinión

Izquierda/Derecha

Del cataclismo de la crisis económica ha emergido un panorama político confuso, en configuración en realidad, en transición hacia algo muy difícil de prever. Al menos podemos comprobar que han aparecido nuevos ejes de organización del espacio y del debate público, esas líneas en torno a las cuales so movilizan las posiciones y las pasiones políticas. No basta con hablar de populismo, como hemos hecho tantas veces, porque el término tiene un significado demasiado amplio, e incorpora elementos en muchos casos contradictorios.

Se podría hablar, en cambio, de un nuevo eje soberanismo/europeísmo, el mismo que ha llevado al Brexit y está reorganizando el panorama partidista en Francia, Italia y algunos grandes países del Este de Europa. Otro es el sociedad abierta/anti inmigración. Aquí se plasma de forma gráfica, y muy peligrosa, el recelo y a veces la angustia ante la pérdida de identidad de sociedades que están dejando atrás cualquier lazo con la tradición. Otra, y terminaremos con esta, es la de la política/antipolítica, que remite a la crisis de representación que ha acabado con muchos de los partidos políticos hegemónicos durante décadas. Con ella han llegado otros que aspiran a dar rostro a una realidad auténtica, traicionada por elites u oligarquías parasitarias.

En nuestro país, todos podríamos asignar parte de estas nuevas clasificaciones a los agentes políticos, los (relativamente) nuevos y los clásicos, aquellos que han visto reducido su radio de influencia. Aun así, aquí lo que se mantiene vigente es el eje tradicional izquierda/derecha. Tan fuerte está resultando, que ni siquiera la sublevación nacionalista de 2017, una amenaza de orden existencial para la propia comunidad política nacional, ha logrado acabar con él.

La supervivencia del eje izquierda/derecha no significa que el resto permanezca igual. La izquierda parece tender a reunificarse, siendo una de las líneas de su nueva unidad –justamente– la aversión, sistemáticamente cultivada, a la derecha. En este campo, en cambio, prima la diversidad en la oferta, con un partido liberal progresista, otro liberal conservador y otro, más pequeño pero importante a efectos numéricos e ideológicos, puramente conservador. Como se ve, el populismo en todo esto no tiene mucho que decir. La ventaja de esta original reconfiguración española es que mantiene el régimen más o menos intacto. El inconveniente es que lo vuelve ingobernable, más aún si tenemos en cuenta la presencia de las minorías nacionalistas.