Opinión

Redondo aventaja a Calvo

Yerran quienes crean que el Gobierno y sus aledaños forman un bloque monolítico. Nunca lo ha sido. Tampoco ante la repetición electoral: Iván Redondo y José Luis Ábalos se han mentalizado de que hay que ir a las urnas, frente a «las negociadoras» Carmen Calvo, María Jesús Montero y Adriana Lastra, partidarias de intentar hasta el último suspiro un acuerdo con Unidas Podemos para lograr la investidura.

El jefe de Gabinete del presidente y el secretario de Organización del PSOE sostienen que los morados ya han ido demasiado lejos y, por tanto, la gobernabilidad debe dirimirse el 10-N. La vicepresidenta y la portavoz del Grupo Socialista, en cambio, han creído en la existencia de un resquicio para atraerse al grupo confederal morado. En concreto, Lastra aún confía en que, como ya ocurriese en julio, una «salvadora» división interna de Podemos y sus confluencias arrastre a Iglesias a aceptar la oferta a la baja de Sánchez. Y ello pese a haber dedicado ayer la mayor parte del cara a cara con los morados a enfrascarse en explicaciones sobre la imposibilidad del pacto de coalición.

Al final, claro, todos echan cuentas, analizando encuestas y pulsando el sentir de las huestes para influir en las decisiones del presidente. En cualquier caso, Sánchez no tiene dudas a la hora de mostrar su desconfianza hacia Iglesias. Ante la misma Ejecutiva Federal de su partido ya ha hecho sonar los tambores de guerra electoral para hacer frente a los nubarrones que se ciernen sobre el panorama nacional: desde la recesión económica a un Brexit duro, pasando por una vuelta de tuerca secesionista en Cataluña.

Sin duda, todo influye en el jefe del Ejecutivo. Y Sánchez ve más certezas en unos comicios en 2019 que viéndose precipitado a ellos en 2020. El recuerdo de lo que le ocurrió a Zapatero revolotea por la cabeza del líder socialista y los indicadores traen malas noticias. La crisis empieza a asomar: aumento del paro, frenazo del crecimiento, caída de matriculaciones de coches, etc.

Sánchez es un político que siempre prioriza sus intereses personales. Por eso huirá de una campaña en medio de una situación dramática. Él sabe bien lo que es una carrera electoral envenenada cuando la economía pesa como una losa. Porque, aunque la viviese entre bambalinas, sufrió en sus carnes las consecuencias de la debacle de 2011. Sánchez iba en el undécimo puesto de la lista del PSOE por Madrid, pero se quedó fuera del Congreso al obtener su partido solo diez diputados en dicha circunscripción. Hubo de esperar hasta 2013 para sentarse en el escaño. En el ínterin, presentó la tesis doctoral y dio clases aunque, según coinciden fuentes de su círculo cercano, el actual presidente «pasó malos ratos» y tuvo que llamar a puertas que nunca se le abrieron. Sus estrategas le aseguran que es el minuto idóneo para lanzarse a consolidar un proyecto socialdemócrata que recupere a esa ciudadanía que se echó en brazos de Podemos y empieza a volver la mirada al PSOE. Las encuestas que «influyen» en La Moncloa ratifican tal percepción.