Opinión

El negro correcto

Durante muchos años hubo en el museo Darder de Bañolas (Gerona) un bosquimano disecado, que se exhibía como podía exponerse un macaco. En los 90 hubo una protesta y se determinó repatriarlo a Botsuana, para darle sepultura digna. Los usos cambian. Ahora mismo hay un debate en torno a la moralidad del artista y científico alemán Gunther von Hagens, que expone cuerpos humanos desnudados de su piel, pero con la carne conservada químicamente, de manera que el público ve las musculaturas, órganos y huesos en directo, como si fuesen esculturas.

La percepción de lo correcto o incorrecto varía. En el siglo XVIII era frecuente en Europa conservar a los deudos en formol, en gigantescos frascos. Y hasta hace bien poco se maquillaban bebés y adultos y se les fotografiaba vestidos y sentados, para conservar su memoria. Admitamos los cambios, pero no intentemos corregir el pasado, porque nos vamos a volver locos. El primer ministro de Canadá, Trudeau, acaba de pedir solemnemente perdón por haberse disfrazado de negro en el año 2001. Se tiznó la cara para un baile de disfraces al que eligió ir de Aladino, en versión muy oscura. El episodio, la denuncia y el confiteor son ridículos. ¿Estamos tontos? La infancia de todos los españoles de antes de los 80 está llena de tríos de Reyes Magos donde Baltasar era un vecino pintado con betún. No porque nadie quisiera vejar a los negros, sino porque Baltasar era negro según la tradición.