Opinión
Estúpidos otra vez
En apenas unos días se cumplirán noventa años del «crack» del 29. Los cronistas relataron que los que habían perdido su fortuna en la bolsa se tiraban de los balcones, muertos de miedo y con la vertiginosa lucidez de los suicidas, al verse de repente tan pobres que el desayuno no daría para mojar mocos. Luego, los historiadores restaron dramatismo a las escenas que inflaron los periodistas, ya se conoce nuestro afán por el histrionismo, aunque no a las consecuencias de aquella crisis de «Las uvas de la ira» que tan bien ilustra Chaplin comiéndose las suelas de sus botas. Octubre negro. Casi como este que aún vivimos resignadamente sin aprender la tabla de multiplicar desastres. El mejor ansiolítico es una economía tranquila, pero hete aquí el anuncio de nuevas turbulencias depresivas. En lugar de colocarnos las mascarillas de oxígeno nos anestesian con debates lúgubres y poemas estériles sobre la igualdad y el nuevo romanticismo que siempre acarrean muertos en carretilla. En la campaña electoral que se avecina, el partido que aún gobierna intentará que la verdadera economía, no la de Greta Thunberg e Íñigo Errejón, sea una nota a pie de página que recitará a modo de cántico espiritual. Tablas macro con remiendos de mentiras. Y cuando echemos manos de las suelas de los zapatos solo quedarán las cordones para colgarnos de los meñiques. «Vendrán más años malos y nos harán más ciegos» tituló Ferlosio un libro de cabecera. Los que anhelan seguir en la Moncloa lo saben, pero esperan a que pase noviembre para imponer después la cartilla de racionamiento. Para entonces, seremos más pobres y más imbéciles por creernos finlandeses con sombrero cordobés. El ladrillo solo servirá para que el ratón Ignacio haga apología de la violencia de género con la gata loca.
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