Opinión
¿Sánchez Jekyll o Sánchez Hyde?
No sé por qué pero cada vez que veo por la tele o en persona a Pedro Sánchez me acuerdo de la celebérrima novela de Robert Louis Stevenson «El Extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde». La peripecia vital de ese hombre bueno que, poción mediante, se convierte en un ser malvado como pocos y despiadado como ninguno. Jekyll es el ángel, el orden, la mesura, el autocontrol, la moral, lo apolíneo.
Hyde representa como nadie el desorden, la ira, el descontrol, el mal absoluto, lo dionisiaco. No creo que Sánchez padezca un trastorno disociativo de la personalidad como la criatura del autor escocés. Pero algo hay. No es ni medio normal el desvergonzado ejercicio de travestismo en que ha convertido su vida política, muy especialmente desde que se puso en manos de ese aprendiz de brujo que es Iván Redondo. Vayamos por partes, que diría Jack El Destripador.
El presidente que ahora va de españolista por la vida, al punto que va a acabar superando en fervor patriótico a Santiago Abascal, es el mismito que sisó Moncloa a Mariano Rajoy con el apoyo de golpistas catalanes y bilduetarras. El que se acercó a los fans de ETA en el Congreso aquel infausto 1 de junio de 2018 para agradecerles sus dos votos manchados con la sangre de miles de españoles.
El que empezó a negociar el relator y otras felonías inconstitucionales con ese presunto ario con cara de memo llamado Quim Torra. El que aceptó otorgar una Vicepresidencia, ni más ni menos, a esa indocumentada chavista que es Irena Montera. El que dijo «digo sí» a los tres ministerios exigidos por los perroflautas aunque luego se descolgase con un maravilloso «Diego» que dejó helados a sus interlocutores.
El que descalificaba en términos inmisericordes a Rivera. Ese Hyde es ahora un Jekyll que se envuelve en la bandera como si no hubiera un mañana con un lema de campaña que es de chiste: «Ahora Gobierno, ahora España». ¿Qué pasa? ¿Que antes no había Gobierno ni existía España? El que quiere un nuevo 155... y duro. El que se proclama poco menos que como el candidato de Wall Street y el Ibex. El que echa pestes de Podemos y dice que no están «preparados» para ser ministros. El que está encantado con la mano tendida por su antaño odiado Albert. Con estas premisas sólo cabe una conclusión: se merece nuestro desprecio, no nuestro voto. No es de fiar.
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