Opinión
Histórica sentencia
Es previsible que a lo largo del día de hoy se haya notificado la sentencia que pone fin al juicio del denominado «procés», una sentencia histórica. Al margen de la polémica sobre la filtración de sus grandes líneas, y al no conocerla en el momento en que escribo estas palabras, ni puedo ni debo valorarla. Lo importante es que los Tribunales han hablado, y lo hacen después del desarrollo de un proceso judicial impecable y ejemplar, suponiendo esta resolución la máxima expresión de un estado de derecho, en el que la ley y su aplicación por parte de los tribunales son garantías de la necesaria convivencia democrática. La justicia ha hablado a través de su único instrumento de diálogo, una sentencia por la que se pone fin a un conflicto jurídico, y eso es lo que es, a pesar de sus innegables consecuencias de otra índole. Los jueces han hablado en derecho y lo han hecho con escrupuloso respeto a las garantías procesales de los acusados y aplicando un Código Penal que tiene las previsiones que tiene, y no otras que algunos hemos reclamado hace tiempo. La sentencia que se conocerá probablemente hoy debe ser acatada y ejecutada en sus estrictos términos, y es de esperar que no se intente obstaculizar su cumplimiento desde ningún ámbito público ni privado, como también es de esperar que nadie intente patrimonializar su contenido y erigirse en protagonista de una resolución cuyo protagonismo les corresponde a los Cuerpos de Seguridad del Estado, al Ministerio Fiscal y resto de acusaciones, y al Tribunal. La sentencia es la respuesta justa y proporcionada a un proyecto separatista que incumplió gravemente las normas desde instancias institucionales y sociales. La conclusión es que el separatismo ha perdido y el Estado de Derecho se ha impuesto, y cualquier disensión, más allá de la debida critica jurídica, puede debilitar el estado de derecho frente a los trasgresores, frente a los ya denominados delincuentes y frente a quienes los justifican y tratan de obtener rédito político de una nueva derrota. La sentencia no ha condenado idea política alguna, tampoco ninguna ideología, tan solo ha condenado a los que han atacado nuestras normas esenciales de convivencia y especialmente nuestro sistema democrático. Esperemos que también tomen nota los cobardes que han inspirado estos graves sucesos.
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